El pasado lunes 21 de agosto gran parte del mundo andaba a la expectativa del espectáculo que iba a acontecer, al que no se dudó en calificar de Gran Eclipse Americano. Efectivamente, ese día la Luna iba a pasar justo entre la Tierra y el Sol, a una distancia tal que nuestro satélite bloquearía por completo la luz que ilumina el día y durante unos instantes sería de noche en plena mañana.

La línea de visión Tierra-Sol no es exactamente la misma para un observador en Idaho que para un observador en Tenerife. El 21 de agosto la alineación Tierra-Luna-Sol no era tan perfecta para los ojos que miraban desde Canarias y, si bien sí que vimos a nuestro satélite pasar por delante del orbe solar, lo hizo de forma parcial, ocultando alrededor de un 40% de la luz del Sol.

El 21 de agosto fue el día del Gran Eclipse Americano porque un eclipse de Sol total fue visible de costa a costa de EE. UU. Un escenario accesible para viajeros con ganas de contemplar un fenómeno maravilloso, como los colaboradores de Gaveta de Astrofísica Leopoldo Martín desde Smiths Ferry, Idaho, y Borja Anguiano desde Nashville, Tennessee.

Interés científico actual. Cuando la Luna oculta el orbe solar la corona, la capa más externa de la atmósfera solar normalmente imposible de observar debido a la intensa luz que emite la superficie visible del Sol, se revela de forma majestuosa. La corona presenta una inesperada estructura muy compleja debido a la acción del campo magnético y supone un reto para los científicos, pues se encuentra a temperaturas elevadísimas que las teorías físicas actuales no consiguen justificar. Próximamente dedicaremos un artículo de Gaveta de Astrofísica a los misterios de la corona. Durante un eclipse, esta capa queda expuesta para su observación directa, mientras que habitualmente es necesario "generar" eclipses falsos mediante bloqueadores artificiales en los telescopios.

Mercurio es el planeta del Sistema Solar más cercano al Sol y, por tanto, ambos cuerpos están siempre juntos en nuestra proyección del cielo. La intensidad del Sol nos impide observar Mercurio desde la Tierra. Un eclipse total da acceso a este pequeño planeta y todos los cuerpos celestes cercanos a nuestra estrella sin que esta nos "deslumbre", permitiéndonos avanzar en nuestra comprensión, todavía limitada, del Sistema Solar.

El eclipse desde Tennessee. "Todo estaba preparado aquí en Virginia. Teníamos la caravana que sería nuestra casa los próximos días lista para llegar al estado de Tennessee, en el sur de EE. UU., donde el 21 de agosto el disco lunar ocultó completamente por algo más de 2 minutos el disco solar en la capital: Nashville. Ciudad conocida por su industria discográfica y la cantidad de música en directo que en ella se puede disfrutar. Pero volvamos al eclipse: un evento astronómico destacable y un espectáculo único. Estos fenómenos tan imponentes han suscitado una cantidad ingente de especulaciones en la civilizaciones pasadas: desde un monstruo devorando al Sol, pasando por danzas nupciales entre el Sol y la Luna hasta un Sol enfurecido privando de luz y calor a hombres y mujeres en la Tierra por su díscolo comportamiento?

El lector se podría estar preguntando cómo es posible que la Luna oculte el disco solar si es 400 veces más pequeña que el Sol. Curiosamente, el Sol está 400 veces más lejos de nosotros que la Luna misma. Esta casualidad hace que los diámetros aparentes de ambos astros sean muy parecidos en nuestro cielo y que, gracias a ello, podamos disfrutar de los eclipses. Son un fenómeno que no ocurre muy a menudo, pues la órbita de la Luna tiene una ligera inclinación que hace que no siempre que la Luna está justo entre el Sol y la Tierra se produzca un eclipse solar. Otro dato curioso es que la Luna se aleja de la Tierra unos dos centímetros al año, por lo que en el futuro todo los eclipses que hoy llamamos totales se convertirán en anulares, donde una fina circunferencia con forma de anillo es visible durante la fase de la totalidad.

Y allí, en Nashville, mientras disfrutábamos de la música en directo, observamos el Gran Eclipse Americano de 2017. Por unos instantes pensé en la alineación entre el Sol, la Luna y la Tierra y el maravilloso espectáculo que brindaba a la humanidad".

El eclipse desde Idaho. "Hace ya unos meses elegimos Idaho porque tenía una combinación perfecta entre probabilidad de cielo despejado y posibilidad de movimiento por carretera hacia el este u oeste en función de la previsión meteorológica de última hora. Por supuesto, la llamada línea de totalidad cruzaba el estado y elegimos la pequeña localidad de Smiths Ferry por estar justo en el centro de esa línea (que es donde más tiempo dura el eclipse).

La totalidad de un eclipse de Sol es tan breve (2 minutos 11 segundos en nuestro punto de observación) como espectacular y emocionante. Así que lo último que quieres hacer en ese tiempo es estar liado con una cámara de fotos, por eso programamos la cámara previamente para que funcionara automáticamente.

En esos escasos minutos, hay que quitarse las consabidas gafas de eclipse y disfrutar sin peligro de un espectáculo mágico en el que podemos ver la corona solar en todo su esplendor. Las características de brillo de esta parte del Sol son impresionantes a simple vista y muy difíciles de fotografiar. Para poder captar con la cámara la corona externa y la interna es necesario hacer una serie de exposiciones bracketing para luego mezclar todas esas imágenes en una única composición de alto rango dinámico".

El eclipse desde Canarias. Las Islas Afortunadas ratificaron su apodo el 21 de agosto al ser el mejor sitio de España para observar el eclipse de Sol, con una ocultación de alrededor del 40%. La intensa calima fue un arma de doble filo ya que, si bien permitió sacar bonitas fotos, el polvo ocultó el Sol por completo bastante antes del atardecer, robándonos minutos de contemplación. Pero la magnificencia de un eclipse parcial es ridícula comparada con uno total. En la próxima década habrá seis eclipses de Sol totales, cinco de ellos visibles desde lugares accesibles, dos desde la Península Ibérica. Oportunidades únicas para disfrutar de un fenómeno tan especial que no hay palabras que le hagan justicia.

Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez es Licenciada y Doctora en Física por la Universidad de La Laguna, con un proyecto de investigación desarrollado en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Ha trabajado como investigadora postdoctoral en la Universidad de St Andrews (Escocia), la Universidad de Granada y la Universidad Nacional Autónoma de México.

Borja Anguiano Jiménez terminó sus estudios en Física en la Universidad de La Laguna y trabajó en los Servicios Informáticos Especiales del Instituto de Astrofísica de Canarias. Ha desarrollado su carrera investigadora en el Instituto Astrofísico de Potsdam (Alemania), la Universidad de Macquarie (Australia) y la Universidad de Virginia (EE. UU.), donde reside actualmente.

Leopoldo L. Martín es especialista en óptica y fotónica, licenciado en Física y Doctor en Física Aplicada por la Universidad de La Laguna. Tras estancias postdoctorales en el Instituto Tecnológico de Israel y el Telescopio Nazionale Galileo en La Palma, es actualmente investigador sénior en la Universitat Politècnica de València.