Tal vez por cansancio, no se me ocurre otro encabezado para el penoso espectáculo que, en estos días, protagonizan los independentistas catalanes (ruidosa y extraña coalición donde caben el partit del tres per cent, antisistema y otras facciones, y manda la izquierda republicana) y que tienen respuestas jurídicas y políticas del gobierno estatal y los fuerzas constitucionalistas.

Estos bochornos septembrinos marcan un antes y un después en la historia política de España y Europa, y, por los ecos que nos llegan, las democracias occidentales se asombran y escandalizan de los métodos usados por los secesionistas, por sus violaciones de las leyes españolas, y también de las emanadas de su propio Parlament y por la chapucera y sectaria parcialidad de Carmen Forcadell, la presidenta que anuncia sin recato las prevaricaciones que luego comete.

En varios momentos del pasado -desde el contencioso por el Estatut rechazado en 2012- reclamamos el diálogo para los problemas políticos. Pero esa vía está vedada ahora por la gravedad de los muchos y graves hechos consumados; nada más y nada menos que la desobediencia del ordenamiento jurídico, y de las sentencias al respecto del Tribunal Constitucional; la negación de derechos a sus diputados y grupos parlamentarios; la reiterada ignorancia y burla a los letrados y al propio Consell de Garanties, que advirtieron de las continuas ilegalidades y, sobre todo, los atropellos de una mayoría unidireccional que desprecia y derriba cuanto se opone a sus fines.

Frente al grosero desafío, se visualizó la unidad sin fisuras de PP, PSOE y Ciudadanos y la inmediata reacción del gobierno con una batería de acciones para impedir el referéndum ilegal del 1 de octubre, que ya tiene como muros de contención al TC y a la Fiscalía General del Estado y, como instrumentos para mantener el imperio de la legalidad y las garantías democráticas, a todas las fuerzas del orden, Mossos de Escuadra incluidos.

En tal clima hablar de encuentros y palabras parece imposible. Pero si vemos y soportamos situaciones irracionales e inconcebibles en una sociedad desarrollada, podemos y debemos aspirar a la utopía de la mesa de diálogo, cuando octubre haya dejado atrás sucesos anunciados; si con métodos afrentosos salieron las leyes de Referéndum y de Transitoriedad, ¿por qué no puede llegar un aire de sensatez que sosiegue esta tormenta provocada?