Me alegró la noche, amargada con los efectos del huracán Irma sobre Cuba y la Florida, y aburrida con el plano y seboso sermón que, por cortesía de Atresmedia, se echó Oriol Junqueras la víspera de la Diada. Con tantas ventajas como inconvenientes, la costumbre le regaló un tiempo inmerecido a un político corto, con la única aportación de avalar en el derecho internacional su desprecio a la democracia y las leyes, su cínica prevaricación e incitación a la comisión de esos mismos delitos a la ciudadanía; y a un católico taimado porque, desde esa condición -es cofrade de Semana Santa y promete misas televisadas de la futura república catalana- miente sin descanso y sin recato.

En esas estaba -la murga del "pequeño país" que dijera Guardiola y que tiene tanto derecho a defender la secesión como obligación de hacerlo por cauces legales- cuando el papa, con un corte en la ceja, tras un leve incidente en el papamóvil -y su sonrisa ancha-, expresó su mensaje fraterno a los fieles y obispos americanos reunidos en Medellín, en el cuarto día de estancia en Colombia y poco antes de su regreso a Roma.

En su densa y oportuna agenda, el santo padre celebró el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC tras medio siglo de terror, miles de víctimas y grave desgaste social, y los animó a sostener el diálogo con los focos de resistencia que perviven. "No pierdan la paz por la cizaña -dijo- porque no se trata de imponer la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos y rige la convivencia pacífica".

"Rezo por todos los países de Latinoamérica y, de manera especial, por la vecina Venezuela; expreso mi cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también a los que han encontrado en esta tierra colombiana un lugar de acogida".

En Cartagena de Indias, ante los restos de San Pedro Claver -sacerdote jesuita como Francisco- insistió en "la búsqueda de la paz como trabajo siempre abierto" y en memoria del abnegado defensor de los esclavos en el siglo XVII, afirmó: "Desde esta ciudad, sede de los derechos humanos, hago un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad. Que no nos roben la alegría".