Hacer un balance de proyectos pendientes para una ciudad no es tarea fácil, al menos para el que esto escribe. Por ello, y para estar informado con certidumbre, cuento con la prerrogativa de escucharlo de forma directa de mi propio alcalde, con el que suelo charlar en algunas ocasiones del año para ponerme al día de los planes y mejoras de la ciudad que me ha visto nacer.

Haciendo gala de puntualidad, virtud ya experimentada que agradezco, se persona en un lugar abierto aunque tranquilo, cercano al Consistorio de sus amores y responsabilidades, y sin más preámbulos iniciamos una conversación adobada con los temas más actuales y las iniciativas más pertinentes para el bienestar de la ciudad y sus ciudadanos. Porque, no lo olvidemos, una ciudad, villa, pueblo o como se le denomine en función de su número de habitantes, está compuesta por un conjunto de personas que conviven respetando un orden preestablecido, en donde se cumplen conceptos de respeto mutuo, educación, solidaridad y convivencia. De carecer de ellos supondrían la anarquía y el retroceso inmediato a las cavernas, como lo ocurrido días atrás con la animalada terrorista de Barcelona.

Sin poder obviar este comentario con mi interlocutor, pasamos de inmediato a los temas que nos afectan, como las reformas urbanas acometidas más prioritarias, como es el caso de la sustitución arbórea de la calle Méndez Núñez, reclamada con insistencia por sus vecinos. Obra que se está ejecutando y que está sujeta a los añadidos inevitables, incomprendidos muchas veces, de la remodelación de tuberías, cableado eléctrico y telefónico, nuevo acerado y pavimentación. Actuaciones diversas que en su conjunto pueden ralentizar el plazo de finalización de la obra, contemplada dentro del Plan de El Toscal, uno de los barrios más antiguos y señeros de la ciudad, asomado al puerto y poseedor de viviendas con más de cien años de antigüedad, que serán objeto de derribo prioritario por su estado ruinoso.

Otra acción ya emprendida es la eliminación del Mamotreto, cumpliendo la orden judicial para no incurrir en desacato. Una gestión que, por ilógica, contradice el sentido común ante el despilfarro que supone derribar para luego volver a construir. Y ya, sin dilación, entramos en el tema estrella del saneamiento de la ciudad, con el añadido de la aparición de las microalgas y su discutible origen por los vertidos fecales. Detritos que van a parar a la depuradora de la ciudad y al que están enganchados los municipios colindantes, del mismo modo que lo hicieron en su día con el Lazareto, hoy "Palmetum", sin haber aportado un pago por su depuración. Es por ello que Santa Cruz, ante esa presión extemporánea, ya se ha apresurado a conseguir un presupuesto de 32 millones de euros del Ministerio de Medio Ambiente para ejecutar la necesaria ampliación en un plazo no superior a dos años, y cuyo objetivo es evitar verter ni una gota de agua depurada al mar, que sería materia de aprovechamiento para la agricultura y regadío.

En definitiva, proyectos hay muchos más, pero no puedo extenderme sin recordar que la liquidez del Consistorio, a juicio de su alcalde, se ha multiplicado por diez, con lo que ha pasado de tener un presupuesto para obras de 4 millones a los 40 actuales; siendo lo más complicado para este la cuestión resolutiva de los trámites, pues debo señalar que estos órganos fiscalizadores son producto de la mano del hombre, que siempre tiene la capacidad para complicar cualquier ejecución, y criticarla luego sin contrastarla, sea o no una acción beneficiosa para la mayoría. Cuento con su firmeza, pese a los opositores y detractores, que han tomado el camino más cómodo, cuando se carece de poder para gestionar con equidad.

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