En distintos viajes por el Reino Unido e Italia tuve la oportunidad de contemplar y, en todos los casos, admirar media docena de cálices, todos ellos con el uso atribuido por Jesús de Nazareth en la Última Cena, cuando, reunido con sus doce apóstoles, estableció el sacramento de la Eucaristía.

Entre las piezas que aspiraron, y quizás aspiran, a su validación como el único y verdadero grial encontré algunas magníficas, suntuosas y con solvente traza artística; ese grupo está presidido por el santo cáliz que tiene capilla propia en la catedral de Valencia, sólidas bases documentales y el personal refrendo de los papas Wojtyla y Ratzinger en sendas misas multitudinarias en la capital del Turia. Se trata de una taza de ágata, de origen oriental, con elegantes asas medievales.

Descubrí también obras modestas, como la pequeña copa de ónice verde del parque histórico de Hawstone, localizada con sospechoso interés turístico; y otras de conmovedora humildad, como el gastado cuenco de olivo que pasó de la vieja abadía de Glastonbury -la supuesta y famosa tumba del rey Arturo y su esposa Ginebra-, de donde se trasladó, durante la persecución decretada por Enrique VIII contra los católicos, a la ciudad de Nanteos, en Gales del Norte. Esta reliquia debe su renombre y supuesto poder curativo a su vinculación a la Corte de Camelot y al mítico monarca y sus caballeros de la tabla redonda, fuentes sobre las que creció el nacionalismo británico.

En los últimos tiempos, la hermosa ciudad de León se unió a la lista de supuestas localizaciones -no menos de doscientas entre templos, conventos, museos y colecciones privadas- de la codiciada reliquia. Esta penúltima posibilidad -verán que cualquier día aparecen otras- tiene argumentos respetables como su pertenencia a la infanta Urraca de Zamora (1033-1101), una antigüedad acreditada en sus dos cuencos de ónice y una exquisita labor de orfebrería datada en el siglo XI. Avalan esta nueva candidatura -debatida como todas- los investigadores Margarita Torres y José Miguel Ortega, autores del libro "Los reyes del grial", que, con sus elaboradas tesis, tiene el liderazgo de ventas en la comunidad castellano-leonesa y, hoy, es el gran reclamo de la visita a la Colegiata de San Isidoro de León, espacio de referencia del románico europeo.