Las antorchas de los nazis filmadas por Leni Riefenstahl, convocando lo telúrico y la luz del renacer, también se repitieron en Cataluña: desfiles por la Diagonal formando columnas según los colores de la bandera, en gigantescas e intimidantes concentraciones de masas (como las organizadas en Núremberg por el nazismo); masas ebrias de poder, fundidas de su fuerza. Con la toma de la calle como demostración de su unicidad orgánica, de "pueblo en marcha". Estricta iconografía.

Precisamente la filosofía política del nazismo se basa en el "decisionismo" (¿suena?). La fuente del poder que asienta la legitimidad es la "decisión" política que materializa la soberanía de las masas, frente a la de los ciudadanos. Se realiza así la comunión de la cúspide política con el "pueblo", cuya representación directa y no representativa ostenta. Esta doctrina proviene del teórico del derecho público nazi Carl Schmitt. El separatismo catalán también se hermana con el nazismo con la creación de una norma muy similar a la famosa "ley habilitante" de 1933 de Hitler, que revocó la legislación anterior que había permitido poder dictarla. Muy similar a la del "putsch" del Parlament. Pero antes están el "volk" (''pueblo'') y "volkish" (su esencia), el supremacismo de etnia, el culto religioso a raíces, genuinidad, tradición viva que tanto destacaron Herder, Humboldt... La base etnicista dio contenido al nacionalismo, predeterminando su desarrollo excluyente y xenófobo, que homologa a nazis, nacionalistas vascos, catalanes, balcánicos? bajo el signo totalizador del "blutund boden" (''sangre/etnia y suelo'').

El nacionalismo étnico busca arrasar más allá de sus fronteras. El nacionalismo jamás se resigna a su territorio, siempre ha de expandirse, sea a Navarra y País Vasco francés, o al país valenciano, Baleares, el Rosellón y ahora también Aragón. Ese expansionismo congénito se corresponde con la uniformización monolítica de sus ciudadanos, disueltos en pueblo uno y despojados de cualquier cualidad individualizadora.

Otro lazo que anuda a ambos, nazis y separatistas, es la constitución de un odio vigoroso e incondicional contra el otro: vesanía y antihumanidad contra judíos y saña antieslava, y encono y desprecio sumo a los españoles. Creación de una neolengua, como denunció Victor Klemperer, donde los significantes pierden el significado convencional a base de mentiras programadas como armas de propaganda que exigía Goebbels, y el adoctrinamiento cerrado de niños y adolescentes: este es el patrón aplicado en Cataluña con minuciosa fidelidad al nazismo.

La serpiente del nacionalismo repta sigilosa, silba, muda de piel, duerme sobre sus huevos, todos funestos, con riesgo de que alguno imponga la hecatombe.