Tocaba el momento de bucear en busca de historias románticas sobre aquellos que hicieron más que digna la profesión de contar las cosas tal y como son o, por lo menos, los atrevidos que intentan narrar los hechos con la mayor objetividad posible. Acercar la entelequia a la realidad, un ejercicio casi imposible pero altamente apasionante. Los trabajos de investigación periodística rigurosos y exhaustivos alteran los cimientos del poder establecido y vulneran las estructuras arraigadas de aquellos que han hecho de la corrupción en sus amplias vertientes un manual de usos y costumbres. El terremoto político a la larga produciría la dimisión de Richard Nixon como consecuencia del escándalo destapado por Bob Woodward y Carl Bernstein, reporteros del Washington Post; la bielorrusa Svetlana Alexiévich, que recibió el Nobel de Literatura de 2015 por sus investigaciones sobre la tragedia de la central nuclear de Chernóbil; o Wilfred Burchett, que fue el primer periodista occidental en visitar Hiroshima tras el lanzamiento de la bomba atómica y que contradijo la versión oficial, según la cual en la ciudad no había restos de radiactividad (extraído de un reportaje realizado por la web Hipertextual), son algunos ejemplos del poder del periodismo como defensor de los valores fundamentales como sociedad. Sin embargo, hace varios años me topé con la interesante y a la vez peligrosa historia de la escritora, activista y periodista mejicana Lydia Cacho, sin duda, una rebelde que ha llevado su libertad hasta las últimas consecuencias. Perseguida, amenazada y objetivo de mafias y políticos corruptos, durante años se dio cuenta de que escribir y opinar no bastaba, así que decidió tomar el activismo para girar 180 grados y encauzar su verdadera misión: hacer de la justicia un derecho, no un tótem. Fue hace más de diez años cuando su libro "Los demonios del edén" puso al descubierto la protección que el pederasta Jean Succar Kuri recibía de políticos y empresarios mejicanos, sentenciado a 112 años por comandar una red de prostitución y pornografía infantil entre Cancún y Los Ángeles. Cacho fue objeto de secuestro, tortura y persecución, además de detenida arbitrariamente en 2005 por agentes de la Procuraduría General de Justicia de Puebla en represalia por haber relacionado al empresario Kamel Nacif con la red de Succar Kuri. Su persistencia a lo largo de 46 años de vida le ha llevado a conseguir credibilidad en su país y un liderazgo como experta en el desarrollo y aplicación de proyectos y herramientas sociales para la prevención, la protección, defensa de las mujeres y niñas que han vivido violencia doméstica y sexual.

Muchos periodistas han destacado que, gracias al manejo que Cacho ha hecho en situaciones de peligro extremo por denunciar a los agresores de mujeres y niñas, miles de personas se inspiraron para transformar leyes y crear organizaciones civiles en defensa de niñas y niños en Méjico.

@LuisfeblesC