Vivieron felices y comieron perdices ¿Quién no tiene esa rima en la cabeza?

¡Cuántos cuentos hemos ido oyendo y grabando en nuestro subconsciente durante toda nuestra infancia, con esa expresión final! Donde unos jóvenes, guapos y sanos, luchaban por un amor verdadero, limpio y puro, fuera de toda inmoralidad. Todos nuestros cuentos acababan con esa frase tras la boda, esa unión que prometía que después de eso todo iría rodado. Esa era nuestra meta. Encontrar el amor verdadero y con alguien realmente especial.

Crecimos y fuimos de forma automática buscando lo que los cuentos nos decían. Sí, había además enseñanzas en cada uno de ellos, pero no pasaba nada, porque el amor todo lo podría. Un amor que te amaba, que te deseaba, que te elogiaba y te anteponía ante todo. Pero una vez llegada a la vida adolescente, y después a la adulta, empezamos a despertar, recibiendo palo tras palo, viendo que no todo era como pensábamos. Empezamos a madurar viendo que todo no es como nos contaron y que la realidad es otro cuento bien distinto. Para eso no nos prepararon.

Antes de todo analizaremos la expresión y el mensaje que nos mandaba a cada uno de nosotros.

Hubo una época en la que la perdiz era un manjar caro que sólo podían permitirse las gentes de más alta cuna, como las casas reales, con lo cual comer perdices ya sabemos lo que nos está indicando. Además, se utiliza en los cuentos en los que al menos uno de los protagonistas son príncipes o princesas que vencen las adversidades que surgen y que tratan de separarlos. Finalmente se casan, son felices y tienen hijos.

Una metáfora a la felicidad, en la que para ser feliz se necesita encontrar el amor de tu vida, con el que pasarás una vida plena y maravillosa, llena de amor, dinero e hijos. ¡Serás tan feliz! Por Dios, ¡cómo nos engañaron!

En la vida real quizás encuentres a uno, o a varios amores, o quizás ninguno, y eso te trastocará ¡No sabes cuánto! El amor verdadero limpio y puro ¿existe...? Tener hijos no es la panacea, al contrario, es la lucha y el sacrificio; el dinero, uff, para qué hablar, y el poder, ¿cuánto dura...?

Por el contrario, no tener ninguna de esas cosas nos hace vivir en constante frustración. Los cuentos enseñaron mucho, sí, pero los finales no son siempre felices, y eso lo sabemos todos. Tenemos momentos felices, pero esos son nuestros, no duran todo el tiempo; nada dura, la verdad. Ni la salud, ni la belleza, ni la pareja, ni el dinero, ni el poder. Hay que hacer mucho esfuerzo para que eso se consiga, y aun así, en algún momento, se desvanece.

Pero si vivimos aceptando que todo eso desaparece, ¿hacia dónde nos llevará? Porque, por ejemplo, pensar que el amor de tu pareja cambiará, o que habrá más, también puede hacer que no luches y pases de una relación a otra buscando sentirte pleno todo el tiempo. También puede hacer que te dediques a buscar o a estar, incluso dentro de tu convivencia, con diferentes personas con las que sentirte de esa manera, poniendo en peligro una relación que sí funciona, sólo que no es un cuento de hadas. Si aceptas que el dinero se irá, quizás lo gastes en exceso o, por el contrario, que te aferres demasiado a él por miedo a perderlo, y vivirás o bien en un despilfarro o en una agonía. Si puedes o no puedes tener hijos, también es un problema: el cómo son y la educación constante te hacen vivir muchos momentos de dolor y tensión, ya sea a nivel personal o con tu pareja; todos los que tenemos hijos sabemos que los hijos no unen, atan sí, pero repito, no unen. Sí, los adoramos, y son lo principal de nuestra vida, pero no es un camino de rosas.

Aceptar que los cuentos de hadas no existen y que la perfección tampoco es signo de madurez. Ni nosotros somos como sus protagonistas ni existen como tal. Los crearon para darnos enseñanzas y quizás la más importante es a aceptarnos como somos, mejorando con las situaciones que nos ocurren en la vida, aprendiendo con cada experiencia. Nos dieron una moral, una ética, nos enseñaron a valorar a quien nos quiere, a saber quién es amigo y quién es enemigo. Nos enseñaron a tener fe, a luchar por unos ideales con la fuerza del amor, el amor, ese sentimiento que todo lo puede. La vida es lucha, es aceptar y disfrutar de pequeños momentos. Nos enseñaron que no todo es alegría ¡Ojalá lo fuese! Hay épocas malas y dolores muy grandes, pero de todo se aprende y se sacan cosas positivas. Hay que quedarse con lo bueno, sacar lo mejor de ti y de los tuyos. Nos dieron la esperanza de seguir y seguir hasta que la situación tenga un buen término, porque... al final todo saldrá bien, y si no es así es que no es el final.

Entonces, ¿comemos perdices?

*Psicóloga y terapeuta

anaortizpsicologa.blogspot.com.es