Lo he dicho en algunas ocasiones y lo repito hoy de nuevo: escribir un artículo cada dos semanas tiene sus riesgos. Quien lo escribe a diario no tiene problemas: se limita a escoger una de las noticias del día anterior y ya está, con la ventaja además de que se puede permitir el lujo de elegir entre las relacionadas con la política, el deporte, la cultura, la actividad municipal o estatal? En fin, creo yo que no lo tiene difícil.

Por el contrario, los que salimos a la palestra con periodicidad más larga leemos una noticia, nos dejamos llevar por el entusiasmo y escribimos el correspondiente comentario, sin darnos cuenta de que su publicación, cuando toque, a menudo resulta fuera de lugar, no es de actualidad o, lo que es peor, si en él se opinaba sobre algún tema y la realidad no ha venido a confirmar su vaticinio, su credibilidad queda en entredicho y la fidelidad de sus lectores es posible que la pierda.

Teniendo en cuenta lo anterior, hoy me he planteado el tema de mi próximo comentario -que se publicará (DM) el día 26 de septiembre-, y he de confesar que lo escribo tras constatar -hasta donde he podido llegar en mis lecturas de los periódicos nacionales- las escasas consideraciones que se han hecho a lo largo de este mes sobre lo que yo considero el secreto mejor guardado en España durante los últimos años: qué va a hacer el presidente Rajoy el próximo día 1 de octubre ante la convocatoria del referendo catalanista. Aunque pensándolo bien, la pregunta no es realmente esa, puesto que resulta claro que no se va a celebrar -mal quedaría si diera marcha atrás tras sus declaraciones y las de sus ministros-, pero la incógnita es cómo va a llevar a cabo su propósito. ¿Intervendrán las fuerzas de seguridad del Estado para retirar las urnas? ¿Impedirá la apertura de los colegios electorales? ¿Expedientará a los "mossos de esquadra" que apoyen el proceso?

Me imagino las noches de insomnio del señor Rajoy ante la que se le viene encima, y me imagino igualmente las llamadas telefónicas de los líderes europeos que podrían verse en las mismas circunstancias -Francia, Bélgica, Alemania, Italia, Reino Unido?-, aconsejándole la máxima prudencia en la decisión que adopte, pero al mismo tiempo "exigiéndole" contundencia para que el ejemplo español no se propague al resto del continente. No puedo evitar en este momento comparar la figura del señor Rajoy con la del protagonista de la novela "La soledad del corredor de fondo", del británico Alan Silliote, por lo que tiene de grandiosa la decisión que ha de tomar -y que no ha trascendido-. Igual que ha sucedido con el expresidente Aznar -más recordado por su alianza con el expresidente Bush en la guerra de Irak que por los éxitos de sus gobiernos-, el señor Rajoy sabe perfectamente que en el futuro se le recordará por lo que suceda en Cataluña el próximo día 1 de octubre, pero estoy seguro de que su decisión será aplaudida por la mayoría de los españoles, y en estos incluyo a los catalanes. Es lo que tiene el poder, ser jefe, tener que decidir sobre lo más conveniente, sin olvidar que para eso está donde está, que para eso le pagan, y que nadie lo va a criticar, puesto que lo único que va a hacer es cumplir con lo establecido en la Constitución. La respuesta de los grupos de alborotadores no deben preocuparlo, pues para reprimirlos tiene sobrados medios a su alcance. Lo importante es cumplir la legalidad.