En Madrid han sacado los presupuestos del fuego para que no se quemasen. Aunque están todavía poco hechos, las llamas de la cocina política tienen tanta intensidad que ahora mismo los churruscarían. El masterchef Montoro ha decidido darse un tiempo prudente a ver si se enfría el ambiente.

Cataluña está produciendo un calentamiento global del que nadie escapa. El envío de más de tres mil efectivos de los cuerpos de seguridad del Estado para "colaborar" con los mossos de esquadra ha elevado la tensión todavía más de cara al primero de octubre. Los independentistas jalean a los suyos. Los nacionalistas españoles a los suyos. Y en medio, estupefacto, un país que observa cómo las cosas se pueden salir de madre.

Con la ley en una mano el referéndum de independencia es ilegal. Con el sentido común en la otra, es que además va a ser un churro: sin censo, sin miembros para las mesas, sin interventores, sin papeletas, con colegios clandestinos..., cualquier parecido con una votación democrática será pura coincidencia.

El PNV está esperando pacientemente a que acabe la farsa. En el fondo les importa un pepino, porque ya prevén el final. Tienen claro que los independentistas catalanes no han elegido bien ni el momento ni las formas. Pero por un prurito de respeto quieren esperar a que acabe el follón para ordeñar los presupuestos. Y Montoro, sabiamente, les ha pitado un descanso.

La ordenada mente de registrador de Rajoy, además, quiere ir resolviendo los problemas de uno en uno y por orden de prioridad. Lo primero, ganar el enfrentamiento a los sececionistas catalanes, que tiene su tela. Sin que le tiemble el pulso y con la aplicación de una fuerza proporcionada (o sea, nada de militares). Eso le va a dar un enorme respaldo ciudadano. Pero además quiere cauterizar el secesionismo para los restos. La apisonadora jurídica que caerá encima de los líderes independentistas va a transformar el pospartido en una tortura. Para muchos políticos del PdCat, de Esquerra y las CUP, de la Asamblea Nacional Catalana y la plataforma Omnium, al día siguiente de que acabe la batalla del referéndum empezará otra que afecta a su patrimonio, a su habilitación para hacer política o, en el peor de los casos, su libertad. No hay más que ver el ejemplo de Artur Mas, pidiendo desesperadamente una colecta ciudadana para salvar su patrimonio.

Si el Gobierno central pierde el pulso con Cataluña, los presupuestos son irrelevantes porque España estará en liquidación. Pero si gana, Rajoy habrá reforzado su liderazgo ante el electorado. Que Pablo Iglesias haya apostado por los radicales puede ser costoso para Podemos. Hay un electorado progresista que volverá al PSOE de Pedro Sánchez, que finalmente se puso del lado de la Constitución. A partir de octubre, Rajoy puede negociar los presupuestos, prorrogarlos o convocar unas nuevas elecciones. El viejo bipartidismo volvería a asomar las orejas. Las urnas pueden ser la salida para los vencedores y los vencidos. Pero no será un punto y final. Luego vendrán los jueces.