Seguimos sin noticias de nuestra presidenta doña Monsi. Desde que viajó a Barcelona a resolver unos "asuntillos familiares" no ha regresado. Tampoco sabemos nada de Eisi que se marchó a su encuentro tras una llamada misteriosa que ella le hizo. A fecha de hoy, ninguno de los dos ha contactado con nosotros y, ante la falta de alguien que lleve las riendas del edificio, la Padilla decidió tomar el mando.

- Soy la más antigua -argumentó.

- Ha dicho que es la más vieja ¿verdad? -preguntó Úrsula y yo asentí. Sabía que era la única forma de que aceptara aquella imposición.

La que sale ganando con esta situación de confusión es Carmela que se ha dejado ir -aun más- con la limpieza y hemos llegado al punto de que en las pelusas se puede intuir que hay escaleras.

-No es normal que hayan pasado tantos días sin saber nada de ellos. Yo avisaría a la policía- comentó Brígida.

- Tranquila. Si en 48 horas no se ponen en contacto con nosotros, se considerará negligencia en el desempeño de funciones y la presidencia pasará a ser mía por ley. Así me lo ha confirmado mi abogado- explicó la Padilla, más preocupada por su nuevo cargo que por nuestros vecinos desaparecidos.

- A mi me da igual quien nos gobierne -se sinceró Úrsula- Esté quien esté al frente, en este edificio, las cosas no cambian. Las escaleras siguen atestadas de polvo; el ascensor, estropeado y la puerta de la azotea más abierta que las de una iglesia.

- Eso. El día menos pensado va a entrar alguien y se va a llevar el ascensor. Si es que lo veo venir -vaticinó Brígida- Lo veo venir y lo veo irse.

- A Carmela no le gustaron nada las quejas acerca de la falta de limpieza en las escaleras.

- Señoras, como veo que mi trabajo no les gusta, he decidido abandonar el edificio- anunció- y, como si fuera una estrella de telenovela despechada, entregó la fregona a la nueva presidenta.

- Pero, Carmela, no puedes quedarte sin tu sueldo -le recordó Brígida- Tienes dos hijas. Y un marido. Y una nevera que pagar. Y una hipoteca. Y un coche. Y a tu suegra.

- Bueno, vale ya. Tampoco era necesario ser tan explícita- interrumpió de mala gana mientras recuperaba la fregona.

Estábamos a punto de entrar en nuestro bucle de discusiones absurdas cuando, por fortuna, algo llegó volando, procedente de las escaleras y cambió el centró de nuestra atención. Era de color verde luminoso y se posó en los buzones.

- ¡Qué es eso? -gritó aterrada María Victoria.

- Tranquilas. Es un mero loro- dijo la Padilla.

- ¿Un mero o un loro?

- Un loro. Mero como sinónimo de simple. ¿Es que tengo que explicarlo todo?

- Pues va a ser que sí. Eres la presidenta -le recordó Brígida.

- Bueno, al grano -pidió Úrsula- ¿Qué hace un loro aquí?

- ¿Y si es una señal que nos envía doña Monsi para avisarnos de que está en peligro? -apuntó Brígida.

- ¡Un whatsapp en forma de loro! -exclamó María Victoria, buscando la aplicación en su móvil.

- Seguro que trae un mensaje. Compruébenlo -ordenó la Padilla.

- Solo trae polvo -indicó Úrsula, después de una inspección ocular a distancia.

- Luego dicen que soy yo la que no limpia. Si es que aquí entra basura por todos lados -se quejó Carmela.

La Padilla se rascó la cabeza y achicó los ojos para pensar. No tardó en dar otra orden.

- Háganle hablar.

Carmela se lanzó.

- Tú, cosa verde ¿Quién eres, quién te ha enviado, por qué y qué quiere?

- Por favor, que es un loro no Google -se quejó la presidenta.

- Lo mejor será preguntarle poco a poco -propuso Brígida.

- ¿Te envía doña Monsi?

- Sí -dijo el loro.

- ¿Está en peligro?

- Sí- volvió a decir.

- ¿Necesita nuestra ayuda?

- También afirmó

- ¡Alto! Este loro no sirve. A todo dice que sí -se quejó la Padilla y le preguntó:

- ¿Doña Monsi es la cosa más bonita que has visto?

- Sí- volvió a decir.

- ¿Lo ven? No sabe lo que dice.

- Igual es que viene con spam -sugirió Brígida.

La Padilla interrumpió el interrogatorio y nos ordenó volver a nuestra rutina.

María Victoria decidió quedarse con el loro. Ahora se pasa todo el día preguntándole si le gusta cómo va vestida o si cree que es la más inteligente del edificio. Él no la defrauda.