Nos estamos haciendo la picha un lío. La única nación legítima que existe es la del ser humano como individuo. Todo lo demás son constructos sociales que nos han dado la política, las guerras y el poder. La mayoría de los modernos estados devienen de las tribus y se construyeron sobre paletadas de sangre y dolor de millones de víctimas.

Demonizar el nacionalismo es una vieja costumbre del nacionalismo. Los españolistas escupen a los catalanes con la misma saliva de la que se alimenta su aparato emocional. Y viceversa. El milagro de la convivencia es, precisamente, que es un milagro. Que millones de seres humanos sean capaces de coexistir pacíficamente dotándose de leyes y normas que todos obedecen porque han creado un aparato que les obliga a hacerlo.

Ortega, que tanto se cita hoy, escribió ríos de tinta sobre la existencia del ''ser nacional'' como un proyecto de futuro. El secesionismo catalán no es una maldición bíblica, sino el movimiento de unas clases burguesas a la que ahora se han sumado los "sansculottes" de la izquierda radical y una juventud apasionada en de que solos les irá mejor que cargando con el semillero de charnegos que les rodea. La idea ni es perversa ni es nueva. Pero ha cogido velocidad en una sociedad donde hay casi tres millones de silenciosos catalanes que quieren ser españoles, pero que están acojonados.

España ya estaba dando muestras de tener un modelo de Estado agotado sin necesidad de que la carajera catalana lo demostrara. La Educación y la Sanidad ha creado un país de diferentes velocidades, donde la calidad de los servicios que reciben los ciudadanos depende de dónde residen. Y esa evidencia empírica -carne de titulares cotidianos- se la han ido pasando los diferentes gobiernos por el forro. La independencia es un lujo que se permiten o los muy desesperados o los muy ricos. En todo caso, no hay que asombrarse porque las partes quieran ser el todo. Claro que a cambio, sería saludable entender que el todo se resista a ser dividido en varias partes.

Personalmente estoy porque existan menos fronteras, no más. Convertir Europa en un minifundio de "regiones Estado" transformaría el continente en un damero maldito. Desde un punto de vista práctico, si funcionase sería aceptable. El problema es que la historia nos ha enseñado que, socialmente hablando, la unión hace la fuerza. Que las sociedades más prósperas y más justas son aquellas que no se construyen separando, sino uniendo a más ciudadanos en un espacio común de libertad.

Pero la épica de la independencia es poderosa. Los gobiernos españoles han cometido muchísimos errores en la génesis de los problemas actuales. Veinticinco años de inmersión lingüística, adoctrinamiento y propaganda crean nuevas generaciones educadas en la ética de la secesión y la estética de la sublevación. Madrid, además, echó a la burguesía conservadora de Convergencia en brazos de los radicales de izquierda mucho antes de intentar meter a la familia Pujol en el talego. De aquellas lluvias estos lodos. Ahora solo queda chapotear en toda esta mierda.