"El 23 de febrero del año 81 hubo un golpe de Estado y los políticos fueron todos a grandes manifestaciones en todas las ciudades. Ahora no. Ahora resulta que dan un golpe de Estado y ponen los ojos en la Policía. ¿Pero qué es esto? Reprobar a la vicepresidenta del Gobierno y no a los golpistas? ¡Hombreee! Vaya usted a París a darse un paseo. Lleva el Ejército más de un año por las calles. ¿Qué pasa, que no es democrática Francia? Aquí vivimos aún bajo el síndrome de la dictadura. Y no se dan cuenta que es un Estado de Derecho, y tiene que utilizar los instrumentos democráticos que le dan la Constitución y las leyes. En cualquier manifestación de esas que hacen del G-20 en Alemania... ¿Usted ha visto cómo actúa la policía en esos casos? Ni comparar con lo que pasó el otro día. Pero aquí todo el mundo se rasga las vestiduras porque aún se creen que están bajo una dictadura. Y esto es un Estado de Derecho. Y tiene no el derecho, tiene la obligación de defender la democracia. Dicen que hay 900 heridos y sólo dos hospitalizados y uno de infarto... Señoras que le han roto los dedos y luego se vendan la mano contraria... He leído que todos los fascismos han nacido siempre por un movimiento nacionalista. Yo estaba convencido de esto por mis lecturas, pero es que ahora lo he vivido. ¡Lo he visto! Esto es un movimiento prefascista. Fíjense lo que están haciendo con la Policía, con la Guardia Civil. Utilizando a los niños. ¡Acuérdense de las Juventudes Hitlerianas!..."

¿Alguien tiene algo que objetar a esas palabras de Alfonso Guerra? Yo no le quito ni una coma. Lo que se vivió en Cataluña el domingo no tiene parangón. Y lo peor no es la estética o el rebumbio que se montó. Ni tampoco saltarse la ley. Lo peor es pisotear como se hizo ese vínculo que une a las personas, que es mucho más profundo que cualquier norma. Los independentistas han roto ese cordón. Y por eso va a ser muy difícil reconducir esta crisis mientras los desleales estén en el mando.

El problema no es que deseen la independencia, incluso que luchen por ella. Lo inaceptable no es que lo hagan despreciando la ley, sino que lo hagan secuestrando las instituciones, prevaliéndose de una posición que ocupan en nombre de todos los catalanes, aunque ahora ignoren a la mayoría. Esa es una deslealtad inaceptable que debe ser combatida con el aislamiento de los desleales para evitar que sigan haciendo más daño.

Nada se puede negociar con quien solo busca destruir, nada hay que mediar ante quien solo cabe exigir que cumpla la ley. ¿Alguien hubiera aceptado en el año 81 que se hubiera establecido un diálogo entre el Gobierno y Tejero o los generales golpistas?

Aislar el patógeno es el mejor remedio para evitar la propagación del virus. Eso es lo que han hecho la comunidad internacional y el mundo empresarial catalán. Nadie los reconoce. Nadie les va a financiar su sueño. Puigdemont y Junqueras se dieron de bruces con la realidad. Aislados. Sus rostros reflejan el desasosiego del vértigo.

A los dirigentes catalanes de los últimos años se les ha consentido de todo, se les ha animado y jaleado, con la imprudente idea de que "alguna vez pararán".

Las instituciones, el Estado, han callado durante décadas, dejando la legalidad de lado, abandonando a los catalanes no catalanistas, aceptando que se persiguiese a quien no pensase como la Generalitat ordenaba. Durante años el Gobierno catalán ha gastado millones de euros en apoyar una prensa sumisa, subvencionada con los impuestos de todos, mientras quienes debían defender el bien común callaban culpablemente.

España ha callado y consentido. Ha dejado que los medios de comunicación subvencionados hablaran contra ella, que las escuelas enseñaran contra ella, que las discriminaciones a los castellanoparlantes presionaran a los pocos que se atrevían a disentir de la verdad oficial. Nunca el Estado alzó su voz para protestar contra el adoctrinamiento escolar, contra las banderas quemadas. A nadie se le ocurrió corresponder a sus manipulaciones históricas con la verdad. Se dejó a los catalanes no nacionalistas solos y aislados. Como si no hubiera catalanes con sentimientos de españolidad?

Hoy, ahora mismo, la sociedad catalana está dividida y enfrentada y una parte de ella, la que había perdido el afecto por España, siente en su interior un odio y resquemor de casi imposible solución. Generaciones, harán falta. Nadie puede ser español a la fuerza. Ni antiespañol tampoco.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es