De todas las alternativas que tenía para elegir, Ángel Víctor Torres, el nuevo secretario general del PSOE de Canarias, ha optado por la más arriesgada: conformar un equipo de su confianza en el que no ha colocado a ninguna de las familias del partido en Tenerife.

Torres conquistó la secretaría general después de una turbulenta batalla con Patricia Hernández. Hubo cierto juego sucio en aquellas primarias porque a Ángel Víctor Torres lo acusaron de ser un "blandito", dispuesto a entregarse rápidamente a los brazos de Coalición Canaria, en contraposición a la exvicepresidenta, que todavía tenía clavada en el pecho la puñalada de la salida de los socialistas del Gobierno de Clavijo.

Patricia Hernández perdió, entre otras cosas, por la candidatura de Juan Fernando López Aguilar, el tercero en liza, que le restó votos. Torres llegó al poder y ha formado una ejecutiva sin ninguna concesión con los equipos derrotados, a la medida de sus estrategias y con un solo "gesto" con Tenerife, la presidencia del partido -más honorífica que otra cosa- que ofreció a José Miguel Rodríguez Fraga.

Rodríguez Fraga había amenazado con las siete plagas si se cepillaban a Patricia Hernández de la presidencia del Grupo parlamentario. Pero ha ocurrido y no ha estallado ninguna tormenta. Ángel Víctor Torres ha dado bastantes vueltas a la decisión y finalmente ha optado por dar un golpe de fuerza (más vale una vez morado que cien colorado): ha nombrado portavoz parlamentaria a Dolores Corujo (Lanzarote), colocándose a sí mismo en la coordinación del grupo, a pesar de no ser diputado. Con eso descabeza de un tajo a Patricia Hernández, a quien priva de un cargo con proyección mediática. Al adversario, ni agua.

Desde una lectura insular, Tenerife no queda bien situada en las nuevas áreas de poder del PSOE. Ese es un nicho de mercado en el que puede empezar a trabajar la competencia interna del nuevo secretario general, si no juega bien sus cartas: que no son fáciles, porque tendrá que preparar laboriosamente un nuevo escenario para su partido.

Para cualquiera con dos dedos de frente es una evidencia que el próximo gobierno canario, con o sin reforma de la ley electoral, tendrá que surgir de un pacto. En el Parlamento canario es muy difícil, por no decir imposible, pensar en una mayoría que no esté formada por dos o tres fuerzas políticas. Y ese nuevo pacto, para los socialistas, o pasa por los nacionalistas o pasa por el PP. Cualquier otra alternativa puede ser políticamente posible pero matemáticamente insuficiente.

Torres tendrá que dejar abiertas las puertas para futuros pactos que no excluyan a los nacionalistas, salvo que condene a su partido a una larga travesía por el desierto. Y es ahí donde lo estarán esperando, en la bajadita, las huestes de Patricia Hernández, que aún sangran por la herida de su expulsión del Gobierno y de la derrota en el pulso interno. Y que ahora venden, con cierta exagerada razón, que Tenerife "no cuenta" en el nuevo socialismo canario.