Esta semana concluyeron las campañas de incendios de manera oficial -un año "afortunado"-. Sin embargo, la naturaleza y los peligros de los incendios no entienden de almanaques. No podemos desmovilizar unos recursos humanos y materiales básicos en una isla cargada de lo que ahora llaman combustible.

¿Podemos desmovilizar unos medios que, ya de hecho, son reducidos para cuidar del 60% de la superficie insular? En el caso de Tenerife, este ha sido uno de los años más secos de los últimos cincuenta, y en el que, a las más de 50.000 ha de monte en las que hemos tenido peligro, hemos de añadir algo más de 120.000 de erial y tierras de cultivo abandonadas. Es decir, de las casi 200.000 ha de la isla, tenemos riesgo de incendio en más del 60% del territorio, incluyendo núcleos de población rodeados por grandes matorrales que son consecuencia de la crisis agraria y las limitaciones que hemos puesto a los usos ganaderos. Como ejemplo de este año seco, podemos observar el promedio de lo que ha llovido en Aguamansa (municipio de La Orotava, altura 1.070 m), que está en torno al 50% de la pluviometría media del entorno, ya que en lo que va de año solo han caído 251 litros, es decir, 30 litros mensuales, cuando los registros de la zona superan los 60 litros.

Entendemos que hemos de habilitar otra política que potencie la agricultura y la ganadería en los espacios próximos al monte, con medidas de obligado cumplimiento en los entornos urbanos y los barrancos, con aportes económicos para los que cultiven y tengan los campos limpios, y medidas que penalicen los campos balutos. Un marco teórico con recursos económicos en la política ambiental que no sea todo en cuadrillas y helicópteros o drones, es decir, un campo humanizado, con campesinos como gestores con responsabilidad, no solo como agricultores y ganaderos, sino también como gestores ambientales.

Los últimos incendios en California y Tamarán indican que la herramienta básica contra el fuego es la prevención. En Gran Canaria nos ayudó la tímida lluvia. Aquí y ahora, octubre y el Alisio favorecen que las noches sean frescas, pero tenemos una vegetación maltratada por un invierno seco y un verano duro y largo.

El almanaque y la cartera no pueden hacer de frontera. Hasta que nos visite la lluvia tenemos que mantener todos los recursos existentes hasta ahora, y no dejar en manos de la suerte un tema de gran riesgo y responsabilidad. Quiero pensar que los responsables políticos cambiarán de actitud, no mirando para el almanaque y, asumiendo que la naturaleza y los peligros del fuego sólo los aplaca la lluvia o la retirada de combustible, tema este importante, ya que eso requiere poner en la piel de las islas miles de campesinos con importantes rebaños de ganado.

Está en nuestras manos mantener los recursos que hemos tenido durante el verano y desear que las cosas se mantengan como hasta ahora. No olvidemos que en España se han quemado más de 100.000 ha solo hasta mediados de septiembre. Entendemos que la situación de riesgo es similar en las cinco islas occidentales.

¿Don Alisio nos da tranquilidad? Pero ¿don Siroco nos ha dicho que no vuelve? Y ¿nuestros campos están labrados, pastados, limpios, cargados de campesinos y pastores? Tan siquiera los medios que teníamos hasta ayer, día que finalizaron unos contratos laborales… ¿De verdad? ¿Hemos recogido la cosecha?

El cambio climático y el cultural también nos obligan a leer otro almanaque. No asociemos los peligros del fuego solo al ámbito forestal, ya que la interfaz entre lo urbano y lo forestal tiene gran peso en Canarias. El abandono de los montes y de las tierras labradas (balutas) con una población dispersa, sumado a la sequía, nos hace mucho más frágiles ante los incendios, que ya no son solo forestales, para convertirse en una emergencia civil.

Dejemos de "ordeñar" whatsapp y leamos el territorio con ojos de campesino desde Tenteniguada a Sabinosa.