En nuestra isla se siente un creciente descontento ciudadano que viene de lejos y que parece que se va transformando en un enfado generalizado, ante el permanente estado de colapso viario que sufrimos diariamente. De una apatía y resignación o cuando menos indiferencia, se está pasando a un estado de crítica consciente y de rabia no contenida, sino manifiesta por el ostracismo que padecemos. Hay consciencia generalizada de que no podemos seguir así y que las soluciones tienen que llegar lo más rápido posible, porque no se puede estar instalados permanentemente en proyectos que, en muchos casos, se quedan solo en la presentación de los mismos.

Las quejas de una gran mayoría de los tinerfeños son cada vez más ruidosas, porque ya no quieren seguir como hasta ahora siendo una mayoría silenciosa. Muchas de estas reclamaciones están fundadas y razonadas, en que hace décadas que permanecemos en las colas, perdiendo el tiempo, la salud, la eficacia económica y la estabilidad emocional. Desde Fepeco llevamos veinticinco años, es decir, un cuarto de siglo, denunciando que Tenerife se estaba y está quedando retrasada, en cuanto a la dotación de equipamientos e infraestructuras básicas. No vamos a cejar en nuestras reivindicaciones, aunque muchas veces se tiene la impresión de que los responsables de solucionar esta situación caótica nos oyen, pero no nos escuchan, pero precisamente esa sordera nos da más ímpetu, para seguir en nuestro empeño de que aprendan de una vez, y ya es hora de conjugar el verbo escuchar.

Ya lo hemos dicho por activa y pasiva: hay que implantar el "desequilibrio positivo" en cuanto a la financiación y ejecución de las carretas en favor de Tenerife. No se trata de ningún privilegio sobre las demás islas. Precisamente, lo que se persigue con esta propuesta es igualar una realidad totalmente equidistante y desfavorable que hemos sufrido en los últimos años. Los distintos convenios de carreteras que se han firmando entre el Gobierno canario y el central han cumplido en todas las islas, menos en Tenerife, con la programación de realización de obra prevista. El motivo de esta disfunción no es fácil de descifrar, pero creemos que no nos equivocamos cuando se constata en el tiempo una permanente querencia, rapidez y eficacia hacia otra isla o islas y, en cambio, Tenerife siempre quedaba la última en programación, financiación y ejecución de las obras, lo cual ha significado que aquí nunca lleguemos a las inauguraciones.

Un filósofo francés dijo en cierta ocasión que "a menudo, entre nuestros motivos de acción, hay uno más poderoso que los demás: el que no se dice". El motivo secreto, lo que no se dice, podría ser que Tenerife debe perder todo el protagonismo necesario, se quede anquilosada en el tiempo, atrasada en comunicaciones terrestres, sus empresarios arruinados, sus gentes empobrecidas y su economía arramblada.

Nuestro territorio fragmentado produce necesidades particulares en cada isla. Nuestra realidad física demanda una adecuada, moderna y segura red de comunicaciones terrestres, como servicio público y permanente, para facilitar el desarrollo y crecimiento económico, la cohesión territorial y la fluidez en el tráfico viario. Las obras de carreteras se tienen que acometer más por su necesidad económica y social que por estrategiaspolíticas, para evitar desfases entre las inversiones entre las distintas islas. No se trata de ejecutar obras emblemáticas ni faraónicas, sino obras prácticas y útiles para el disfrute y una mayor calidad de vida de los tinerfeños. Se equivocan quienes piensan que las carreteras solo sirven para dar trabajo y beneficio a las empresas de la industria de la construcción (están lejos de la realidad): como instalaciones que funcionan las veinticuatro horas del día, todos los días del año, son la base estructural segura para el desarrollo futuro. Hay que realizar una verdadera planificación estratégica que oriente las inversiones más urgentes y, sobre todo, que asegure presupuestariamente su terminación, ya que, de lo contrario, seguiremos sufriendo las continuas improvisaciones de los últimos años.

Estamos en un tiempo crucial, donde necesitamos respuestas, no promesas; obras, más que palabras. Tenemos que pasar del mundo de fantasía de los proyectos a la realidad de unas colas insufribles y a unos ciudadanos que merecen el respeto y la atención, cuando menos para evitarles diariamente la angustia de la cola y no estar continuamente enfoguetados.

*Presidente de Fepeco