Miguel Cabrera Pérez-Camacho se ha hecho con la presidencia del Real Casino de Tenerife en un tiempo récord. Las claves no han sido muchas, pero él las ha manejado con suma habilidad. A priori, existía un pacto de no agresión entre los dos candidatos en liza: el propio Miguel y Vicente Álvarez Gil. Y si aquello se respetó, hubo cuatro claves que desbarataron la abdicación de José Alberto Muiños en Vicente Álvarez Gil. La primera fue una carta bomba de Cabrera Pérez-Camacho contra los planes y manejos del actual presidente Muiños, al que acusaba de querer llevar a cabo una suerte de planes siniestros. La segunda fue poner en solfa la adquisición de unas majestuosas instalaciones deportivas en los altos de Radazul, que Muiños y Álvarez consideraban fundamentales para el Casino. Según Miguel Cabrera, esto podría sumir a los ya maltrechos socios en un descalabro económico.

Si nos vamos a la tercera, llegamos al bar Atlántico, la joya de la corona. Sólo en concepto de alquiler se le podrían sacar de doce a quince mil euros mensuales. Pérez-Camacho denunció, en otras palabras, que aquello iba a ser un trapiche y poco menos que se lo iban a repartir entre unos amiguetes. La cuarta clave ha sido una campaña sin parar del propio Miguel Cabrera para lograr que lo votasen. Hablamos de una sociedad demasiado conservadora, tanto que se mueren más socios cada año que los que se dan de alta. Y a día de hoy, además de bajar las cuotas, me pregunto qué puede tener el Casino para que personas como yo se quieran hacer socias.

@JC_Alberto