Sin que muchos lo supieran, el otro día estrenaba soltería en la fiesta de los 80 del casino. O al menos algo parecido. Se ha ido a vivir a un coqueto loft en una de las zonas más chics de Santa Cruz. Ha dejado a su marido y con él a los niños. Supongo que para ella no es fácil vivir en el casoplón familiar pensando en la vida alternativa que sueña tener con su viajero amante. Ya no tiene que disimular; cada vez que él venga tendrá donde dar cobijo a sus noches de pasión desenfrenada. Me la tropecé con su mejor sonrisa, radiante. Parecía transitar una segunda juventud, pero de su nueva vida liberada no le contó nada a nadie. Siempre fue coqueta, y así se contoneaba el pasado viernes. Sin embargo, su pareja oficial nada entre las sospechosas lágrimas de verse abandonado y una de las cuentas corrientes más deseadas por cualquiera.

Una de las grandes paradojas de esta cínica historia es que, siendo ella la que le ponía los cuernos, no se cortó en ingeniárselas para echarle la culpa a su marido, tachándolo de estar mayor y de ser un desconfiado celoso que la tenía amargada. Siempre fue una caradura. Hoy sigue frecuentando los lugares más exclusivos y contando una verdad a medias que justifique lo golfilla que es. Y como religiosa, sigue yendo los domingos a misa. No sé si el pasado viernes al llegar al loft habrá hecho examen de conciencia o habrá estrenado la cama tras las copas del casino, aunque conociéndola desde niña me inclino por lo segundo.

@JC_Alberto