En horas torpes y torvas, ocupadas y monopolizadas por tipos de asombrosa y reprobable mediocridad que, para colmo de males, tienen gregarios fieles y numerosos, se puede comprender que el quinto centenario de la muerte del cardenal Cisneros -que se cumple en el recién llegado noviembre- haya tenido menos eco mediático que cualquiera de los ruidosos y lamentables tumbos del cansino procés catalán.

Gonzalo Jiménez de Cisneros (1436-1517) cursó estudios de gramática en Alcalá y Salamanca y fue ordenado en Roma; pasó por distintos destinos en Castilla y chocó con el arzobispo Carrillo, lo que le valió pena de prisión. Ya libre, hizo los votos con los padres franciscanos y cambió su nombre de pila por el del fundador, Francisco de Asís; elegido provincial de la orden seráfica, promovió una profunda reforma, cuyo calado y beneficios llamaron la atención de Isabel la Católica, que lo sacó del cenobio para convertirlo en su confesor y asesor político. Tres años después del descubrimiento de América fue nombrado arzobispo de Toledo y Primado de España.

Fue regente de Castilla en dos periodos: entre 1506 y 1507 a la muerte de Felipe el Hermoso y por la incapacidad de Juana la Loca, y diez años más tarde, por el fallecimiento de Fernando de Aragón, y a la espera de la llegada de su nieto Carlos V de Austria y I de España. Fue el arquitecto de "la nueva España", gobernó con inteligencia y mano firme y sometió a una aristocracia rancia y dividida en sus intereses y, a la vez, logró devolver el prestigio perdido a la monarquía española y su influencia en la Europa que configuraba sus primeros estados. Por sus méritos políticos y fidelidad a la Santa Sede obtuvo el capelo cardenalicio.

Su inmensa labor religiosa y cultural tuvo reflejo en dos exposiciones: la primera en la catedral de Sigüenza, de la que fue capellán en sus mocedades, recoge pinturas, ornamentos y orfebrería litúrgica y señaliza obras artísticas de la fábrica como la capilla del Doncel, el Púlpito de la Epístola y la Puerta de la Cadena. La segunda, en la Universidad de Alcalá de Henares, documentó en grandes paneles la biografía del fundador de la Complutense en 1499 y el impulsor de la Biblia Políglota y sus perfiles de estadista y príncipe de la iglesia. Como expresó su último glosista -Pedro Miguel Lamet, autor de "El tercer rey"-, "fue un personaje de ayer que enseña mucho sobre los de hoy".