Con ocasión de conmemorarse, el pasado día 14 de octubre, el 77 aniversario de la muerte del que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña, Luis Companys, el Gobierno y el Parlamento catalán, como en años anteriores, le rindieron un homenaje en el Fossar de Santa Eulalia, en el castillo de Montjuic, lugar donde fue ejecutado.

Ante tal efeméride, la presidenta del Parlamento, Carmen Forcadell, que no parece tener ni idea de la historia, ha reclamado al Gobierno español que pida perdón por el fusilamiento de Companys. Algo tan absurdo como pretender que el actual Gobierno catalán pida perdón por todas las víctimas que causó Companys durante su desgraciado mandato al frente de la Generalidad. Y esto ocurre porque el nacionalismo catalán considera a Companys como un héroe, e incluso como un mártir del catalanismo; un referente moral e ideológico al que le han erigido un monumento, calles y hasta el nombre del estadio olímpico de Barcelona. Consideración que se le tiene por los nacionalistas del catalanismo, a raíz de la pena de muerte impuesta por un tribunal militar, en 1940, por crímenes de guerra.

Efectivamente, el independentismo actual, los nostálgicos republicanos, quieren hacer pasar a Companys por las páginas de la historia como un mártir, pero él en el fondo no fue más que un verdugo, un genocida, tanto directa como indirectamente. A juicio de muchos testigos de la época, Companys llevó la tragedia a Cataluña, siendo lo peor que le pudo ocurrir al catalanismo.

El independentismo catalán está siendo construido y alimentado sobre mentiras, engaños, tergiversaciones y personajes indignos y poco recomendables. Luis Companys es, sin lugar a dudas, todo un genocida al que los nacionalistas veneran. Por eso, conviene conocer su trayectoria para ponerle en el lugar que le corresponde como uno de los asesinos más grandes de la guerra civil española, tal vez solo superado por el señor marqués de Paracuellos.

Veamos. Entre julio de 1936 y mayo de 1937 y bajo el mandato de Companys, se cometió el denominado "genocidio catalán". Fueron asesinados cerca de 9.000 personas, la mayoría sin juicio. Firmó unas 400 sentencias de muerte contra quienes no eran partidarios de la república: periodistas, intelectuales, nobles, monárquicos, católicos. Organizó infernales campos de concentración. Promovió la mayor persecución religiosa de la historia de Cataluña, ejecutada por los llamados Comités de Milicias, fundados por él, asesinando a 3 obispos, 1.538 curas, 824 religiosos y 76 monjas, estimándose que el 35 % del clero de toda España fue asesinado en Cataluña. Prohibió el culto católico; quemó innumerables edificios religiosos. Destrucción y expolio sistemático del patrimonio artístico de la Iglesia: retablos barrocos, incunables, imágenes, etc. Solo en Barcelona ardieron 500 iglesias, ermitas, conventos, incluida la de la Sagrada Familia.

Fue responsable de miles de "paseos", fusilamientos, torturas y asesinatos; creador de decenas de infernales chekas, donde los detenidos se hacinaban y prevalecían el hambre, las torturas y la muerte.

Todos esos asesinatos, desmanes y horrores fueron justificados por los nacionalistas catalanes alegando que se debieron a una fase de descontrol revolucionario, a fin de librar a Companys de la responsabilidad que le corresponde ante la historia. Por eso, resulta inadmisible que, sabiendo que estos sucesos tienen a ese personaje como uno de sus mayores referentes, se le tributen homenajes. Me parece vergonzoso que un genocida como él tenga en Cataluña calles dedicadas y se le rindan honores cuando se le debe considerar un criminal de guerra.

Seguramente, muchos de esos catalanistas que ahora glorifican a Companys, sus padres o abuelos respiraron aliviados cuando lo fusilaron.

En fin, este es parte del desgraciado currículo del que fue "Molt Honorable" Luis Companys, a quien tanto admiran y homenajean los nacionalistas catalanes.