Tal lucía el bochornoso espectáculo que ofrecían los alcaldes "catalonios" a la finalización de la no menos bochornosa sesión parlamentaria que se acababa de celebrar. Era el aciago día 27 de octubre de 2017. Aciago día para la historia de Cataluña. Allí estaban, agrupados en la escalera de acceso a la planta noble del Parlament, blandiendo en alto los bastones de mando -cual si fueran garrotes dispuestos a apalear- que simbolizan la autoridad en sus respectivos municipios.

Era la culminación de lo que había sido aquella sesión, en la que los parlamentarios "catalonios" habían consumado la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña respecto de España y proclamación de la República catalana. Allí estaban aquellos alcaldes, con los bastones de mando que nunca debieron salir del municipio en que lo ejercen. En aquella escalera, con los bastones en alto, parecían en disposición de defensa respecto de alguna horda que les fuese a atacar. Me pareció oír que gritaban ¡libertad!

Ciertamente había una horda, pero no enemiga en sentido estricto. Estaba sobre ellos, en nivel superior, en la planta de acceso al salón de pleno, planta noble que aquella horda de parlamentarios estaban mancillando. Allí, presidiendo la horda, estaban la señora Forcadell, el señor Puigdemont y el señor Junqueras. Y allí discursaron el vicepresidente y el presidente, por este orden, lo que fueron incapaces de hacer en la sesión plenaria. Horda de cobardes que votaron en secreto para evitar ser reconocidos por la justicia como artífices o colaboradores de la ilegalidad que cometían en aquel acto. Alguno hubo, tan cobarde, que escribió el "sí" tan pequeñito en la papeleta que a la señora Forcadell se le pasó como voto en blanco y después de contabilizarlo como tal hubo de rectificar.

Aquel acto que consumaba todas las ilegalidades cometidas, y no reprimidas a lo largo del tiempo, dio lugar a la aplicación del artículo 155 de la Constitución: destitución del Gobierno "catalonio", disolución del Parlament y convocatoria de elecciones el 21 de diciembre. Luego, las oportunas querellas por parte de la Fiscalía General del Estado contra los artífices del desaguisado. Y con ello la fuga del señor Puigdemont a Bruselas, con algunos miembros del que había sido su Gobierno, a quien al fin veíamos el día 31 en una rueda de prensa otorgada en aquella ciudad. Los analistas de la política sacarán toda la enjundia de aquel acto. A mí me recondujo a mi niñez, cuando leía todos los tebeos que podía, y recordé a uno de los personajes de aquellos tebeos: "el loco Carioco". Pues eso, es lo que me pareció el señor Puigdemont; sólo que aquel personaje del tebeo lucía más cuerdo que este personaje de nuestra realidad.