Cuando hace unas semanas EL DÍA publicó un artículo mío que titulé "Abducción", me preguntaba cuál iba a ser la actitud del señor Puigdemont tras el ultimátum del señor Rajoy para que aclarara su sí-no al independentismo; como muchas otras personas, estoy seguro. He estado muchas veces en Barcelona y es una ciudad que me encanta. Nunca he observado en sus habitantes chovinismo hacia los visitantes, su educación y cultura supera los límites "al uso", su monumentalidad y limpieza pueden parangonarse con las de otras urbes famosas del "mundo mundial", pero de pronto los medios de comunicación dan a entender que ese panorama va a cambiar, a peor. En efecto, comienzan a producirse ataques a los turistas, los alquileres de viviendas y los precios de los hoteles se disparan, el uso del catalán da la impresión de que es poco menos que obligatorio..., y por si fuera poco el síndrome que ha ocasionado el independentismo ha hecho que me cuestione la posibilidad de una próxima visita a la ciudad condal -nunca fue reino-. Cuando se disfrutan unas vacaciones -consultar en el diccionario el significado del verbo "disfrutar"-, la pretensión es encontrar un ambiente agradable, comprensión por parte de los naturales del país ante las dificultades del idioma, respeto por las diferencias de credos religiosos o políticos, etc., y parece que todo esto ha desaparecido en Cataluña durante los últimos meses.

Transcurridas dos semanas desde la publicación del artículo de marras, las dudas que por entonces abrigaba han quedado resueltas merced a las necesarias medidas adoptadas por el señor Rajoy: disolución del Parlament catalán, convocatoria de elecciones para el 21-D y, posteriormente, encarcelamiento por dictámenes judiciales -por cierto, emitidos de forma clara y terminante, sin ningún género de dudas- de algunos de los que propugnaron el secesionismo. Como es normal las protestas de quienes lo alentaron -y continúan haciéndolo- no han tardado en manifestarse en toda Cataluña, pero me da la impresión de que poco o nada van a hacer en favor de los encarcelados. En este caso la justicia ha actuado sin separarse un milímetro de lo dispuesto en nuestra Carta Magna, y en cuanto al Gobierno tengo la convicción de que se está frotando las manos de puro deleite. Y digo esto porque sus medidas han sido avaladas por todos los países, sobre todo por aquellos que en sus territorios albergan regiones que aspiran al independentismo. La respuesta de la Unión Europea, la ONU y la OTAN ha sido inequívoca y un aviso a navegantes: a estas alturas la fragmentación de los países constituidos como estados de derecho no está admitida. Quienes deseen emprender ese camino es preciso que se atengan a lo dispuesto en sus constituciones. Con lo que está sucediendo en España, la UE tendrá base suficiente para rechazar cualquier brote de independentismo que pueda surgir en Italia, Francia, Alemania..., pues, como ha dicho el señor Juncker, nadie desea una UE con 95 miembros. Por eso, creo yo, las aguas volverán a sus cauces y los separatistas catalanes comprenderán que su sueño es imposible.

Deseo volver a la admirada Cataluña y no ser tratado como un extranjero. Que no ocurra en nuestro país lo que otrora predijo Antonio Machado:

Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. // Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón.

Espero que nunca más esta situación vuelva a tener cabida en nuestra patria.