Es cierto que el sexo ha movido imperios, pero otras tantas veces se ha quedado solo en eso: en sexo. Las espurias intenciones con las que uno se lleva al catre a otro para conseguir algo a veces no llegan a materializarse. Este es el caso. Ella es de esas chicas que en su Facebook siempre anda poniendo morritos para buscar el piropo fácil de tanto calentorro. Por los lugares de trabajo donde ha pasado ha terminado a la greña y a día de hoy no tiene pareja, aunque le cuesta disimular que lo más que desea es un tío que la mantenga. Su última andanza laboral terminó en tragedia al liarse con uno de sus jefes creyendo que así subiría en el escalafón. Sin embargo, sus magreos para hacerse con el puesto, primero en el coche y luego en el catre, no sirvieron de nada.

El escándalo ya está llegando a oídos de demasiados compañeros de profesión y, aunque histriónicas hembristas me critiquen, tengo que afirmar que aún existe un modelo de mujer que entiende que cualquier batalla se puede dirimir entre gemidos, y nuestra sociedad ya es otra. La damisela en cuestión, que pretendió hacerle la pirula a un compañero fornicando con el jefe, no se dio cuenta de que era el jefe quien le hacía la pirula a ella, porque su fama la precede. Y hoy el exjefe, que lo cuenta todo con sobrado lujo de detalle, amén de las sórdidas preferencias sexuales, matiza hasta los dientes postizos que ella tiene. Eso sí, todo en una rocambolesca historia en la que solo falta un travesti para que Almodóvar la haga película. Qué gente, tú.

@JC_Alberto