Hace ahora 5 siglos de la vida de Lutero, una figura de extraordinaria influencia en el norte tanto de Europa como América. Fue el gran artífice de la Reforma Protestante, sin olvidarnos de su lugarteniente Melanchton, ni de Calvino y Zwinglio. Logró instaurar, con su desacato al Papado, la libertad de conciencia en la mentalidad europea.

Está comúnmente aceptado que la autonomía de la voluntad y el principio de responsabilidad personal son obra de él; que son anteriores al Kant del "Sapere aude" (¡atrévete a pensar!) y la denuncia de la "culpable minoría de edad" del hombre guiado. No podemos olvidar la Ilustración que sin duda fue decisiva también para la emancipación del hombre de tutelas y supersticiones.

Si hiciéramos un mapa de la civilización cristiana, deberíamos colorearla diversa, de un color el norte protestante, de otro el sur católico y el oriente ortodoxo. Nos impediría entender esa civilización como un todo compacto y armonioso.

A raíz de la crisis griega de 2014, y teniendo en cuenta que la política solo opera sobre la superficie e inmediatez de las cosas, se echó la mirada a explicaciones antropológicas e históricas. La crisis griega polarizó Europa entre un norte austero, muy productivo, responsable y ahorrador, y un sur bastante "viva la virgen".

Eso mismo ya nos lo explicó Max Weber, hijo de luterano y calvinista, con el vínculo entre el capitalismo y la ética protestante. El protestantismo no ha asumido históricamente la vida como valle de lágrimas, cuyo creciente caudal asegure la vida eterna como fue prescrito para los católicos, pero tampoco el hedonismo, sino el trabajo, la austeridad, la responsabilidad e intachable vida privada y pública. Calvino, con su doctrina de la predestinación, sitúa a los elegidos entre los que ya cultivan esas virtudes. Es su signo.

Entre el creyente protestante y Dios solo mediaban las escrituras y su responsabilidad. Gracias a Lutero con su traducción de la Biblia al alemán consiguió la unificación lingüística de Alemania, la alfabetización general y el canon del "Hochdeutsch". Para los católicos el sacramento de la confesión revalidaba la irresponsabilidad infantil. La confesión constituye la segura absolución, y exención de toda responsabilidad.

La ofensiva nacionalista catalana ha sacado a la palestra nuevamente el psiquiátrico rechazo a la legalidad democrática (reglas de juego), y el infantilismo de la legitimidad caprichosa, urgente de cualquier deseo que nada ni nadie puede frustrar. Como la nula trascendencia otorgada al autodestructivo coste económico de la fiesta catalana (la casa por la ventana). ¿Y España?: ¡federal!