Como seres humanos, todos queremos ser felices y estar libres de la desgracia, todos hemos aprendido que la llave de la felicidad es la paz interna. Los mayores obstáculos para la paz interna son las emociones perturbadoras como el odio, apego, miedo y suspicacia, mientras que el amor y la compasión son las fuentes de la paz y la felicidad.

Dalai Lama

La regulación emocional ha sido -y seguirá siendo-, uno de los aspectos más populares de la psicología a lo largo de los años. El hecho de que estos procesos sean, en gran parte, automáticos y fuera de nuestro control, les añade un atractivo especial. La dificultad para provocarlos, como puede ser forzar una sonrisa cuando algo no nos lo parece, o evitar sentirnos nerviosos antes de un examen, son buenos ejemplos de ello.

Mientras existen multitud de métodos, más o menos exitosos o convenientes, para evitar o hacer que no se noten, la regulación de las emociones, no es algo que practiquemos a menudo. No es algo que esté dentro de lo que se enseña habitualmente en la escuela.

Pero las emociones somos nosotros. Casi podríamos decir que nos identifican tanto como las huellas digitales. Son un reflejo de quienes somos, de quienes hemos sido. Casi podríamos decir que constituyen nuestra historia personal.

Por esto, uno de las mejores opciones para manejar o regular nuestras propias emociones, es conocerlas. Paradójicamente, hacerlo ya forma parte de ese proceso que se nos puede antojar tan complicado.

Para ello, deberemos aprender, en primer lugar, a identificar. Para ello, les recomiendo especialmente el clásico, "Inteligencia Emocional", de Daniel Goleman. Aprender como regulan nuestras vidas, nuestras decisiones, nuestras opciones, es algo esencial para saber cuales son las que están más presentes en quienes somos.

Una vez conozcamos las emociones, a nivel intelectual, tenemos la posibilidad de seguir dos caminos. Una, la más habitual y menos aconsejable. Otra más costosa -e ilusionante-, pero mucho menos común.

La primera consiste, principalmente, en estrategias de contención. Conocer como reaccionamos, para poderlo evitar o esconder. Este acercamiento no intenta cambiar nada. Lo único que pretende es minimizar el impacto que nuestras emociones pueden tener en nosotros. Es, en cierto modo, una forma de ignorar algo que somos. Obviamente, este modo de "control emocional", puede llevarnos a situaciones de descompensación ya que, en cierta forma, estamos negando las señales que nos enviamos y que se expresan a través de estos procesos. En muchos casos, puede llegar a llevarnos a cuadros de ansiedad o depresión.

El segundo modelo, la reevaluación, es básicamente activo e incorpora el conocimiento de como pensamos, porque lo hacemos así y que efecto emocional tiene en nosotros. Estaríamos llevando una estrategia global. Haciendo un repaso de como reaccionamos antes diferentes situaciones o circunstancias, y las razones porque ocurre. Y si queremos cambiarlo y disponemos de las herramientas para hacerlo.

Es, este segundo enfoque, el que recomendamos desde la psicología. Es el que entiende que los seres humanos tenemos, o podemos aprender a tener, los recursos necesarios para poder manejar y regular nuestra vida. Un planteamiento que tiene efectos muy beneficiosos para nuestro bienestar psicológico.

Desconfiemos de quien nos está vendiendo propuestas de control emocional que se limitan a unas pocas horas en grupo. Este es un trabajo intenso y prolongado. Además de que exige una adecuada guía por un profesional acreditado de la psicología o de la salud mental.

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@LeocadioMartin