No, tranquilos, no se trata de la fecha de una huelga general, la convocatoria de unas elecciones o la celebración de un acontecimiento importante: se trata del día -30 de octubre de 2017- en que la autopista del Norte sufrió uno de los mayores atascos de los últimos meses. No lo sufrí por que vivo en Santa Cruz y no tengo que pasar por el calvario que soportan cada día los que vienen a la capital o van al Sur, pero los testimonios que he recogido son -no se me ocurre otra palabra- espeluznantes. Gente que perdió sus vuelos, retrasos en la entrada al trabajo, pérdida de citas en hospitales y ambulatorios... cuatro horas dan para mucho.

La Plataforma No a las Colas en la autopista TF-5 ya no sabe qué hacer? y los consejeros del Cabildo y ediles de los ayuntamientos afectados tampoco. Se habla de nuevos carriles, desvíos del tráfico hacia otras vías menos concurridas, premiar el uso compartido del vehículo, regulación de los horarios de clases en la universidad, etc., pero debe ser que soy mayor y, a mi edad, ya no creo en pajaritos preñados: me parece que ninguna de esas medidas darán el resultado que se pretende. Aliviarán el tráfico, sin duda alguna, pero eso mismo se dijo cuando se inauguró la rotonda de Padre Anchieta. En aquel momento las declaraciones de los políticos implicados rayaron la euforia, pensando -con toda lógica- que con aquel desahogo el tráfico sería mucho más fluido. Lo mismo se dijo tras la inauguración del nuevo carril de acceso a la autopista del Sur a la altura de Alcampo, mas está claro que todo sigue igual; incluso la desesperación de los usuarios.

Sugiere la mencionada Plataforma, y me parece bien, "que a esas horas punta de horrible tráfico se destine a la TF-5 una pareja de agentes que puedan desplazarse en cinco minutos al lugar del accidente y resolverlo lo antes posible, así como que haya una grúa disponible a diez minutos del lugar en cuestión", pero tengo la impresión de que quienes propugnan esa solución no se dan cuenta de que en muchos casos resulta inviable por una razón muy sencilla: la grúa a menudo no puede llegar al lugar del accidente pues los vehículos que sufren el atasco se lo impiden.

Convenzámonos de una vez de que los atascos no lo producen la falta de vías que permitan absorber el tráfico. Este está previsto que aumente, pues es una consecuencia de la bonanza económica. Pocos piensan en bicicletas, motos o vehículos utilitarios de poco porte, y los fabricantes de coches se encargan, con su asfixiante propaganda, de que el ansia por un ''cuatro ruedas'' persista. El problema de los atascos -ya lo dije en uno de mis artículos, publicado el 12-01-16- radica en los vehículos que protagonizan el siniestro, sobre todo cuando quedan atravesados en la carretera. La legislación actual creo que no permite mover los vehículos hasta levantar el atestado correspondiente, y esto en la actualidad resulta absurdo. Muchos accidentes se producen por alcance, sin que los protagonistas sufran demasiados daños. Distinto sería si el accidente es grave, hay heridos o daños a terceros, pero en la mayoría de los casos bastaría sacar fotos de lo ocurrido -benditos móviles- y, con el concurso de los conductores más próximos, desplazar los vehículos afectados hacia las cunetas. Despejada la vía -al menos un carril-, seguro que el tráfico se restablecería en quince minutos. ¿Por qué no se hace eso? Si las leyes lo impiden, cuando tantas y tantas se aprueban sin utilidad pública, ¿no se podría plantear en el Congreso una que aborde el asunto?