En España hay mucha gente que tiene la suerte de ganar un salario que está por encima de los treinta mil euros anuales. Cualquiera de ellos puede decir que está pagando en impuestos más que los servicios que recibe. Y la única respuesta consistente que se le puede dar para justificar que le soplen una parte importante de su salario es que el modelo de sociedad que nos hemos dado es solidario: los que tienen más pagan más a favor de los que tienen menos. Gracias a eso tenemos sanidad, educación y asistencial social para todos los que no podrían costearlo.

Uno de los argumentos del discurso de los separatistas catalanes se basa en que Cataluña es una región rica que supone el 20% del PIB de España y que aporta mucho más de lo que recibe. Y que están hartos de que se les exprima como un limón para inyectar dinero en los territorios pobres, como Extremadura, Andalucía o Canarias. Y la única respuesta consistente que puede darse, como en el caso anterior, es que España es un estado donde existe solidaridad entre las personas y también entre los territorios.

Resulta muy triste que desde Gran Canaria, Antonio Morales y Augusto Hidalgo, hombres de izquierdas, echen mano del argumento de que su isla aporta más de lo que recibe. Y que vuelvan a manosear el pleito insular para argumentar que Tenerife sale beneficiada en el reparto de fondos públicos de los presupuestos de los últimos cuatro años.

Hay gente en Canarias que está hasta los palos del sombrajo de asistir a la eterna pelea de las dos grandes islas por tragarse la mayor parte de la tarta. En Gran Canaria y Tenerife están los grandes hospitales, las grandes autopistas, los grandes aeropuertos y puertos, la practica totalidad de las sedes institucionales de Canarias y de la Administración del Estado y casi todos los empleados públicos de todas las administraciones. Y todo eso ha salido de las inversiones y del gasto público que se ha repartido en esta Canarias bicéfala donde dos grandes islas concentran el ochenta por ciento de la población mientras el resto apenas llega al veinte por ciento. Decenas de miles de jóvenes de las islas no capitalinas han tenido que dejar su tierra y fundar una nueva familia en alguna de las dos grandes islas para buscarse los garbanzos.

Dijo Einstein que si se buscan resultados distintos no se puede hacer siempre lo mismo. Para cambiar esta Canarias desigual ya no vale seguir con el viejo sonsonete del pleito, con la vieja política que siempre han practicado las burguesías de las dos grandes islas mientras las cinco restantes se comían los mocos. Hay que discriminar a favor de los ciudadanos más débiles. Hay que cambiar las reglas del juego para favorecer a los territorios más pobres y acabar con los canarios de segunda. Y si eso no lo entienden quienes se dicen de izquierdas, guárdame un cachorro cuando hagan cría.