Durante el último pleno celebrado en el Parlamento tuve la ocasión de volver a hablar de Venezuela. El Grupo Nacionalista Canario presentó una Proposición No de Ley donde pedía al Gobierno de Canarias que estableciera una línea de Ayudas de Emergencia para los canarios que en aquel país están atravesando especiales dificultades de vulnerabilidad económica y social con el fin de garantizar un mínimo de alimentación y medicinas.

Somos muchos los que seguimos preguntándonos cómo es posible que un país con tantos recursos naturales y con tanto potencial puede haber prorrogado por décima vez el estado de emergencia económica. Y la respuesta creo que es sencilla: el populismo, aunque a algunos no les gusta oírla.

Un Gobierno populista es el responsable de la situación que viven los venezolanos en este momento. Venezuela está pasando por un grave contexto de crisis política, social y económica, que tiene nombre y apellidos.

Un Gobierno populista es el que ha hecho que los venezolanos en este momento no tengan los productos básicos, no tengan los alimentos de primera necesidad, que los enfermos no tengan medicinas y que los niños y los bebés no tengan ni leche ni pañales.

Un Gobierno populista es el culpable de la realidad que sufren todas las personas que viven en Venezuela, pero que también padecen muchos ciudadanos que residen en otros países y a los que hace casi dos años no se les paga ni sus becas ni sus pensiones.

Pero hay más, mucho más. Sólo basta leerse el informe elaborado este año por Cáritas para comprobar que Venezuela pasa hoy por una grave crisis humanitaria. 300.000 niños podrían morir en los próximos meses debido a la escasez de alimentos y a la falta de atención sanitaria. Y pese a estas cifras, que no tienen color político, el régimen de Nicolás Maduro se niega a aceptar que se abra un canal de ayuda humanitario.

Nuestra cariñosamente llamada Octava Isla ha retrocedido 90 años en condiciones sanitarias y en protección contra epidemias. Así, por ejemplo, el llamado Mal de Chagas, que hace 88 años había sido erradicado y se veía en las zonas más pobres, vuelve a golpear en la actualidad a más de 30 personas.

Por no hablar de enfermedades como el Zika, el dengue o la difteria -erradicados hace 24 años- y que en 2016 se cobraron la vida de 22 niños. Estos últimos están siendo los más castigados: el 50 por ciento tiene desnutrición aguda y en julio y agosto de este año se registraron 80 muertes de neonatos sólo en la ciudad de Maturín.

Pese a que el régimen venezolano no hace públicas las cifras en este sentido, hay más informes de organizaciones e instituciones cuyos datos son trágicos y demoledores. Así, por ejemplo, el 10 por ciento de los venezolanos se alimenta de la basura; se necesitan de 15 a 17 salarios mínimos para comprar una cesta básica sólo de alimentos y descartando los artículos de higiene personal; y el 82 por ciento de los hogares está en condiciones de pobreza.

Esta es la realidad y la necesidad que están pasando los venezolanos, pero también los canarios y sus descendientes que hace años se fueron buscando una oportunidad -y que ayudaron a esta tierra cuando tanta falta nos hacía- y hoy comprueban cómo el fruto de sus esfuerzos no les alcanza para vivir dignamente.

De ahí que valoremos también el plan de cooperación puesto en marcha por el Gobierno del Estado, que aporta 15 millones de euros para dar cobertura asistencial a más de 10.000 españoles residentes en Venezuela, también canarios.

Muchos acuden a las puertas de nuestros ayuntamientos pidiéndonos ayuda para poder sobrevivir. Aunque nuestras instituciones también están desbordadas no podemos darles la espalda porque si muchos ladrillos de nuestros municipios hablaran lo harían en bolívares. Ahora son ellos quienes nos necesitan.

Si hoy volvemos a hablar de Venezuela es porque nuestra Octava Isla está en apuros, y creo que eso no admite ni discusión ni justificación.