Los accidentes son, por definición, imprevisibles. Pero a los conductores de vehículos se les acogota constantemente con amenazas de multas, radares y vigilancia en las carreteras. Y se nos hace pasar una vez al año una inspección técnica de vehículos que, además de ser un impuesto encubierto -la administración recauda una parte de la pasta que pagamos-, certifica que el coche que conducimos está en perfectas condiciones para circular. Que nos demos un estampido es una cuestión de mala suerte o de error humano.

El caso del suelo de la discoteca del Sur que se vino abajo ha salido en todos los telediarios nacionales y en los informativos internacionales. Da mala imagen. Es decir, que, además de afectar a las pobres personas que se cayeron -afortunadamente sin víctimas mortales-, afecta a la imagen de nuestra isla como destino turístico. Y en ese contexto uno empieza a preguntarse qué estamos haciendo para prever estos casos.

A la que truena le llevamos velas a santa Bárbara. Hace algunos años se derrumbó un edificio en Los Cristianos, con un trágico balance de siete personas muertas. Durante semanas se desplegó una incesante actividad crítica en medios de comunicación y autoridades. Se habló de la mala calidad de los materiales de construcción de los edificios de esa época, de la realización de obras -quitaron un pilar- que debilitaron su estructura y de la necesidad de realizar una inspección técnica de los edificios que garantizara su integridad estructural.

Supongo que no es fácil exigir que los locales donde se reúne un gran número de personas cumplan todos los requisitos exigibles para garantizar la seguridad de los clientes. Pero por difícil que sea parece que es necesario. Máxime en un lugar donde la gente se pone a brincar al ritmo de la música. Hace años se prestaba escasa atención al tema de los aforos, a las puertas de emergencia y a las medidas de evacuación. Hoy a nadie se le pasa por la cabeza permitir la existencia de un local donde no se cumplan esas medidas, porque hemos aprendido, a base de trágicas experiencias, que más vale prevenir que curar.

Es imposible preverlo todo. Los accidentes seguirán ocurriendo. Pero es perfectamente posible reducir los riesgos. Se puede anticipar que si existe una playa cerca de unos riscos con piedras sueltas, algún día se desprenderán. Y se puede exigir que los locales donde se reúnen centenares de personas deben certificar la seguridad de sus estructuras. Porque llueve sobre mojado. ¿Cuántos accidentes más debemos tener para que aprendamos?

Es una triste realidad que algunas promociones inmobiliarias han sido hechas deprisa y corriendo al calor del "boom" edificatorio. Es una realidad de antes y de hoy. Y lo que es peor, muchas de las empresas que las hicieron ya no existen. La misma administración que nos atosiga con exigencias, seguros y revisiones a los ciudadanos debe plantearse una revisión a fondo de los locales públicos donde se reúne habitualmente un número importante de personas. Es el segundo aviso.