Mi amiga Mary Cruz Domínguez me comentó una vez que hacerse viejo era terrible, pero que la otra opción era mucho peor. Una de las resultantes de la expectativa de vida de la que hoy gozamos es la desgraciada situación de nuestros mayores cuando son incapaces de valerse por sí mismos. La familia no es la unidad que fue, y en demasiadas ocasiones se hace imposible tener una persona en casa para cuidar de un padre o una madre. Y hoy por hoy, muchas residencias para mayores son una cochambre que nadie desearía para uno mismo. Pero ha llegado una nueva solución importada desde el continente americano y que quiere conseguir nuestro sueño de adolescencia: vivir con los amigos. Y no hace falta ni estar solo; muchas parejas de ancianos deciden pasar así la última etapa de su vida.

Bajo el nombre de "co-housing" existen varias modalidades, pero todas ellas dedicadas a que los viejitos no se sientan solos. Lo más común es que en un lugar con casas diferenciadas pero juntas disfruten de actividades diurnas y colectivas en los que se tengan los unos a los otros como soporte vital. A la hora de compartir lo hacen en gastos y en cuidados, que obviamente bajan de costo. Y si siempre recuerdo cuando el psiquiatra Luis Rojas Marco me contó que uno de los grandes males del siglo XXI iba a ser la soledad, hoy me alegro de que nuestro tiempo doblegue aquello que tanto nos asusta. Yo me apunto.

@JC_Alberto