Los políticos, como los lemmings, trotan alegremente hacia el borde del despeñadero judicial para arrojarse a las olas. Dice el mito -al parecer fantasioso- que los animalitos emigran urgidos por un impulso heredado de sus ancestros sin saber que ya los continentes no están unidos y que su viaje acabará en suicidio.

Los políticos en general y los canarios en particular descubrieron hace algunos años que la Justicia es una prolongación de la estrategia de la confrontación. Y que a veces es mucho más efectivo destruir a un adversario en los tribunales de Justicia -que provocan de inmediato un juicio mediático paralelo- que hacerlo en las urnas, donde la ciudadanía emputada suele votar tercamente por candidatos imputados.

Contra el presidente Clavijo se han lanzado varias cargas de profundidad que arrancan en el "caso grúas", archivado primero por un tribunal de instrucción y reabierto, qué sorpresa, por la Audiencia Provincial: una pieza de caza mayor no se puede abandonar tan fácilmente. A Pedro Martín, el alcalde de Guía de Isora, sus propios compañeros de partido, de la facción disidente de la facción anteriormente disidente y ahora gobernante, le adobaron el camino a la secretaría general socialista de Tenerife augurándole un futuro judicial como acusado en el caso de un contratado a dedo en su ayuntamiento. El alcalde del Puerto, Lope Afonso, está investigado formalmente sobre unas licencias dadas a mercadillos en el municipio, en su etapa como concejal. Y ahora mismo el mundo de "los denunciadores" especula sobre las consecuencias jurídicas que puede tener para el alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga, el derrumbe del suelo de una discoteca en un centro comercial de Adeje sobre el que existían informes de fallos estructurales.

Hablamos de casos en donde alguien puede haber metido la pata como si de hecho hubieran metido la mano. Es una evidencia que en cualquier puesto de responsabilidad se pueden tomar decisiones equivocadas. Hay, por ejemplo, jueces que archivan casos que luego otros ordenan abrir. Y viceversa. Pero en el "totum revolutum" de la guerra sucia todos los casos políticos se envuelven en el mismo celofán de la corrupción o del uso del poder de forma prevaricadora. Y los que hoy son verdugos, haciendo la putada fina, mañana mismo pueden ser las víctimas de su propia guillotina.

Una sociedad responsable actúa con prudencia. La demolición de los prestigios es extremadamente fácil porque al gran público siempre le encanta una ración de escándalos. Pero la política de disparar primero y apuntar después produce daños irreparables. La orgía de denuncias y causas judiciales y la especialización de la acción política en este terreno no es la demostración, como dicen algunos, de que funcionan la democracia y la separación de poderes. Es precisamente todo lo contrario. La prueba de que esto se ha convertido en un espectáculo donde arden las hogueras de todas las vanidades. Con su pan se lo coman, pero están locos.