Hoy, primero de diciembre, celebra San Cristóbal de La Laguna el momento en que fue solemnemente declarada y proclamada por la Unesco Bien Cultural Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces han transcurrido dieciocho años.

Se cuentan por centenares los pueblos y ciudades de España cargados de historia, dueños de un gran pasado, del que mantienen testimonios de altísimo valor que dan fe de las singularidades con las que se fue configurando su personalidad a lo largo de los siglos. Sin embargo, sólo quince han merecido hasta ahora el honor y la responsabilidad de ser reconocidos como patrimonio de la humanidad. San Cristóbal de La Laguna es uno ellos.

Podrá parecer exigua la cantidad, pero está lejos de ser así. España es el tercer país del mundo en número de bienes con esta prerrogativa excepcional, solo por detrás de Italia (53) y de China (52). Posee cuarenta y seis, en tres de los cuatro grandes bloques establecidos por la organización internacional que los otorga: bienes naturales, culturales (monumentos y conjuntos históricos y artísticos) e inmateriales, a los que sumó más tarde los denominados bienes "mixtos", que abarcan más de una región, un territorio o un estado.

En este repertorio muy riguroso tiene Canarias un puesto de indudable categoría, en consonancia con su valioso y singular patrimonio. Son cuatro las declaraciones, dos en el apartado de bienes naturales: el parque nacional de Garajonay de La Gomera (1986), asombroso reducto de la flora del terciario, y el parque nacional del Teide (2007), dominado por el volcán, el monumento natural de mayor belleza y grandeza del archipiélago, con un riquísimo caudal de endemismos de la flora y la fauna insulares en su inmenso circo de lavas y basaltos; en patrimonio intangible, el silbo gomero (2009), peculiar lenguaje "casi único en el mundo" que conserva vivo la Isla Colombina; y, en el cultural, San Cristóbal de La Laguna (1999), arquetipo de ciudad concebida y diseñada conforme a pautas renacentistas innovadoras, revolucionarias, que barrían la vieja concepción medieval y tardomedieval de los núcleos de población para imponerse como modelo de un nuevo urbanismo basado en la organización equilibrada a la vez que exigente del territorio, entendido este como espacio abierto, sin fronteras, de ciudad de paz; ejemplo paradigmático que, por su acertada implantación y desarrollo, no tardó en ser trasplantado como modelo a tierras americanas, todo lo cual, según la Unesco, le confiere a San Cristóbal de La Laguna "un valor universal excepcional", acrecentado por el hecho de haber logrado conservar a través de más de medio milenio las líneas maestras de su trazado original, el de comienzos del siglo XVI, el iniciado en 1500.

En estos dieciocho años, San Cristóbal de La Laguna ha experimentado una incuestionable transformación, cabe decir que en todos los órdenes. El ritmo de su vivir y de su avanzar en el tiempo no tardaron en dar un giro copernicano, que continúa. Ya no se reconoce en los versos del poeta como la ciudad que "serena teje su noble ensueño de cosas muertas / en un silencio pleno de extrañas evocaciones". Ha recuperado el pulso y el dinamismo de sus mejores momentos históricos, sin que por ello haya perdido solera y señorío, que mantiene.

La Convención internacional para la protección del Patrimonio cultural y natural de la Humanidad, de 1972 -a la que España se sumó en 1982-, con la ampliación de ese amparo a los bienes inmateriales o intangibles en 2003, tiene su raíz en la necesidad de preservar del deterioro o la destrucción, por la acción de los agentes naturales o por la rapiña humana, las expresiones cimeras, los hitos señeros de las diversas civilizaciones, de Atapuerca a nuestros días. San Cristóbal de La Laguna es prototipo de una manera nueva de organización social, en el que primaba la armónica conjunción hombre-paisaje, y destaca como una de esas expresiones.

Conservar y rehabilitar son pilares maestros en la tarea que la Unesco encomienda a los organismos responsables de los bienes culturales; dos conceptos no siempre bien entendidos y aplicados. De su interpretación depende en no pequeña medida el futuro de los bienes sujetos a protección especial. En esa línea se ha hecho mucho en nuestra ciudad, aunque no todo haya sido perfecto ni positivo. Pero queda aún bastante por hacer. Recordemos cuestiones pendientes y urgentes, como las ruinas de San Agustín o la casa-palacio de Nava y Grimón, la del santo José de Anchieta, la plaza de San Francisco, el soterramiento total de las instalaciones eléctricas y telefónicas, la reedificación del nuevo Mercado, la protección de las estaciones rupestres, el cumplimiento estricto de la normativa de publicidad exterior, el remate de la peatonalización todavía incompleta, la restauración de bienes muebles o la ampliación de los espacios museísticos. Son muestra incompleta de una tarea que no puede detenerse y ha de proseguir.

Recordarlo en este día de cumpleaños es la mejor manera de celebrar una fecha jubilosa, fundamental en los anales de nuestra ciudad.

*Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna