A Nueva Orleans, cuando llegas del Viejo Mundo, se entra por la puerta del Louis Armstrong International Airport. No te dejes engañar por la refrescante temperatura de la terminal, porque, detrás de esas puertas de cristal que ya se están abriendo, el clima de la ciudad espera a su próxima víctima como en un guión de Stephen King. ¿Te imaginas una sauna en la que hubieran dejado un radiador encendido? Multiplícalo por diez.

Buceando en el aire de la noche del golfo de México, buscas desesperadamente cualquier cosa con ruedas que te lleve al French Quarter, al condenado centro, al hotel Place d''Armes en St. Ann Street, donde por un puñado de dólares puedes ser feliz en sus habitaciones de otra época, con sus amplios balcones de hierro forjado con vistas panorámicas al túnel del tiempo. Róbale un par de horas al reloj dorado del vestíbulo y antes de salir imagina esa ciudad por descubrir, esa ciudad que apenas es un río, una melodía de jazz, calles con geranios de espuma. Y después sal a la calle procurando encontrar a la gente sencilla que, sólo para beber y conversar, puebla los bares y tabernas de Nueva Orleans.

Si Nueva York es la ciudad que nunca duerme, Nueva Orleans es la ciudad que siempre sueña. Deja que tu recorrido sea arbitrario, que el azar sea el dios menor que dirija tus pasos. Da igual abajo o arriba porque donde vayas encontrarás una canción. "Down By The River Side" te espera en la orilla del Misisipi, el gran río de aguas mansas que serpentea lento hacia el océano, y en el corazón del mogollón, "Ooooooh Bourbon Street", donde ángeles negros bailan claqué con piernas de goma por monedas de cobre, los rufianes pregonan las excelencias de sus mercancías, cualquier tipo de mercancías, y los fantasmas de los músicos muertos soplan instrumentos de viento, negándose con obstinación a abandonar definitivamente la ciudad de carne y hueso. Repitiendo eternamente el estribillo de "You Don''t Know What It Means To Miss New Orleans". Tío, no sabes lo que significa dejar Nueva Orleans, si estuviéramos tan vivos como tú nos iríamos a cenar al Pat O''Brien con su patio español en penumbra y su gran fuente de colores.

Casi todo el mundo piensa casi lo mismo en todo el mundo. Lo cual es falso. Ni todos los españoles son toreros ni todos los chinos saben kung fu ni todos los americanos comen hamburguesas. Es más, en muchos restaurantes de Nueva Orleans no saben lo que es eso. Jambalaya, cocodrilo, ancas de rana, una extraordinaria variedad de pescado, arroces de todas clases?, aunque la primera vez conviene empezar por lo más típico, que no tiene por qué ser siempre la elección equivocada. Pide gumbo, una especie de olla podrida donde se aprovechan todas las sobras, ostras y salchichas Andouille en honor de Ignatius Really, un homenaje literario que te dejará un agujero en el estómago del tamaño de un dólar de plata ¡Qué le vamos a hacer si siempre sucumbimos a la belleza de todas las ficciones y nos encanta el picante! La única pena es que no tengan vinos de Canarias, pero siempre puedes ir al Snug Harbour a escuchar a Charmaine Neville y tomarte un Southern Comfort. O dos.

Aunque también puede suceder que tu inquebrantable fidelidad a los caldos de las Islas, tu horror a las saunas, el pozo de la crisis y tu miedo a volar hagan que Nueva Orleans sea una ciudad tan bella y tan inalcanzable como un cielo lleno de estrellas. No te preocupes. En el siglo XX, cuando teníamos que trasladarnos si queríamos conocer otras ciudades, estos eran obstáculos insalvables, pero en el siglo XXI las ciudades pueden viajar desde el otro lado del Atlántico hasta el corazón de Tenerife sin que nadie tenga que madrugar, sin necesidad de pasaportes y, ojo al dato en estos tiempos, ahorrándote una pasta. Las nuevas tecnologías de las que todo el mundo habla, y nosotros también para pasar por hipsters, harán posible que Nueva Orleans entre puntualmente por Tenerife Norte a principios de diciembre para un inolvidable show de cuatro noches en el Festival Góspel de Canarias. Y tú podrás tocar su piel, oler su olor y oír el sonido de sus calles en el teatro Leal de La Laguna.

*Director artístico de Los Grandes del Gospel España