El preboste máximo del PSOE en Canarias, que sigue siendo de Las Palmas, ha determinado que su partido va a estudiar la posibilidad de realizar una moción de censura progresista en el municipio de La Laguna. No estaría mal que un alma caritativa le regalase a Angel Víctor Torres una calculadora, porque en eso de las matemáticas anda flojo.

Porque resulta que las cuentas no salen. Toda la parranda de la oposición, que anda anunciando una moción de censura desde que Franco era corneta, no suma para echar de la alcaldía a los nacionalistas. Porque si sumaran, la patada en el culo se habría escuchado ya hasta en la Patagonia. Pero no. No hay manera. Ni antes ni mucho menos ahora, que hay tres concejales socialistas expulsados y, por lo tanto, con votos que no valen -que valen menos- para una supuesta censura.

Lo de la fijación por cascarle una censura a CC en La Laguna -por joder a Clavijo mayormente- es como para hacérselo mirar. Porque hay otros lugares donde los socialistas podrían armar la de dios es Cristo. Pero es que en La Laguna no tienen votos ni para ir a la esquina. Y encima las dos concejalas socialistas que ahora mismo están en el ejecutivo municipal tampoco están demasiado dispuestas a presentar una moción de censura contra sí mismas para hacer alcalde a Antonio Alarcó del PP, en un "pacto progresista" que sería de lo más rarito.

El problema está en que nos acercamos al año vertiginoso. Ese que está antes de las elecciones. Y los nervios se disparatan. Y el PSOE tiene un problema de identidad desleída. Están, primero, embroncados consigo mismos, porque en Tenerife hay un equipo que se quedó herido de muerte cuando Clavijo les jubiló del Gobierno después de que le dieran el coñazo hasta el infinito y más allá. Y encima quitándoles por el camino la alcaldía de Granadilla, que les dejó hablando solos. Y toda esa gente ve ahora que el PSOE regional no está por una guerra a muerte contra el régimen nacionalista, sino por una oposición que deja abierta las puertas a un futuro entendimiento. Y el empute les crece por la barriga como una hiedra venenosa.

Por eso sacan a pasear el cadáver de la moción de censura en La Laguna, que es como el fiambre momificado de Díaz de Vivar atado con un palo sobre el caballo. Sólo es capaz de dar miedo a los que están tan lejos que no les llega el olor. La impertinente realidad es que lo de la censura es un cuento chino, un deseo, una esperanza y una quimera. Todo junto. Y que está tan manoseada que da penita. Pero una vez comprueben, por el complicado proceso de sumar con los dedos, que no hay nada que hacer, los socialistas tinerfeños tendrán que plantearse liarla de otra manera. Porque es la manera en que han decidido hacerse notar: chingando la borrega.