Rinde una suerte de homenaje al barroco español, al más pobre y místico del repertorio; a la humildad campesina y a la exactitud lírica en la representación de los frutos comunes de la tierra; y a la contención que prescinde de cuanto es accesorio en el mensaje estético. Pedro Fausto demuestra, una vez más, los logros y satisfacciones que animan y alegran la soledad del corredor de fondo.

La muestra colgada en la Sala O''Daly de Santa Cruz de La Palma trae las credenciales de la madurez y las fidelidades temáticas que, en cualquier momento, lo hacen singular y reconocible. Nos da y, a su modo, nos devuelve sus primaveras de atmósferas limpias y verdes intensos, extendidos por las dulces praderas y los trajes sueltos de las chicas en flor que llevan el encanto y misterio de la inocencia. Las sugestivas telas evocan las trampas ópticas del impresionismo, que, en su caso, están liberadas del recurso eficaz y efectista del óleo empleado en pinceladas gruesas y capas protuberantes, que sustituye expresamente por la acción de la espátula que semeja el enfoscado fino de los buenos albañiles.

Bajo la misma técnica, con la misma sabiduría y el mismo desenfado, recrea interiores velazqueños, resuelve cuestiones geométricas con las claves de los desnudos blancos y cetrinos, traicionados por un elemento puntual, un recordatorio prosaico que aligera el sin tiempo poético que exhala la obra maestra y la acerca a los espectadores.

Más luminosas y risueñas, las arquitecturas que cualificaron su producción hace un par de décadas están de vuelta, pero a sus módulos severos les salieron vivos colores y tejados a varias aguas que contrastan con las masas neutras -vegetación o barrera- que escoltan los hogares campesinos.

Volvemos con satisfacción a los bodegones frutales, tratados con recetas cubistas, la más valiosa invención de la pintura junto a los artificios y calculados excesos barrocos. La modestia de los temas se engrandece con la valentía de la perspectiva múltiple de los tunos, higos de leche, almendras, que enseñan todas sus partes en un solo plano y acreditan la solidez de su carrera plástica, la arraigada honradez de sus propuestas y, por encima de todo, la sabiduría y la elegancia con la que resuelve sus retos vitales y plásticos.