Ha pasado más tiempo desde el 36 hasta hoy que desde cuando yo era joven a la guerra de Cuba. Obvia decir que aquella era prehistoria, no era algo vivo, tan carnoso como el franquismo que hoy nos cerca, asfixia y estrangula.

Hace unas semanas saqué en esta columna detenciones que sufrí durante el franquismo, para mejor declararme antifranquista en tiempo real. De manera que con esta pandilla de sedicentes antifranquistas no tengo nada que ver, es más, no alcanzo ni a verlos, pero me hieren sus poses, ufanía, inautenticidad y mentira. Como no lo saben, lo puedo decir: el franquismo era ufano con motivo, pero no era aparente, ni inauténtico y jamás mentía. Por tanto, es obvio: ellos no habrían estado. Tampoco estuvieron los prófugos Almodóvar, Wyoming, Gabilondo, Miguel Ríos?, faltan líneas (de enciclopedia británica). Que es a quienes sí habría que juzgar, como a muchos padres de la mayoría de la izquierda de las lamentaciones y sollozos. ¿Vemos la configuración? No se lucha contra cadáveres, sino,después, contra colaboradores (que ahora y sin recatodescubren su connivencia) y prófugos. Pasó en Francia con la liberación de 1945.

Se hace pasar por escozores de despellejado humanitarismo buscar fosas (atentos: ¡lascorrectas!), aliviar a deudos y mitigar dolores imposibles, que tiempo y olvido los curan. Siempre.

Se ve muy normal la gran estafa del dolor. En términos psicológicos, y lo saben especialistas y cualquiera, que si has nacido sin abuelos o sin padre, no puedes sufrir el dolor de la pérdida, porque la pérdida ya estaba desde antes. Si era imposible la pérdida, menos puede haber necesidad de duelo: el estado de aflicción que reelabora el dolor. Simplemente no puede darse. Sí, simularse. La pérdida es personal, aunque la afecten sabiendo que no es verdad y haya de simularse politizándola con victimismo de cortante sectarismo. La izquierda hegemónica milita en el sentimentalismo y la levitación moral, luego es su forma natural de hacer política. Son sus armas.

No conocí a mis abuelos maternos y no recuerdo de qué murieron ni a qué edad. En cambio, mi relación con mis abuelos paternos fue magnífica y lloré sus muertes. Esas fueron pérdidas. Los excavadores políticos también las distinguen, sin duda. He conocido a muchos descendientes de represaliados del bando republicano quedurante décadas jamás se mostraron compungidos.

Lo lamentable es cómo este país calla ante el aquelarre de falsos duelos y absurdo humanitarismo (por inverosímil) de sola finalidad política: el revanchismo. Lo sabemos aunque callemos.