Qué haría la humanidad sin las vergonzosas series B. Hablo de esas películas que cada fin de semana se adueñan del televisor cuando más tonto te cogen: a la hora de la siesta. Y son algo parecido a "Sálvame", porque, aunque en más de una ocasión nos lo tragamos, pocos reconocen haberlo visto. Historias que se desarrollan en unas mansiones que ya nos gustaría a nosotros ver alguna vez en la vida, con historias de amor que ya nos gustaría vivir a nosotros alguna vez en la vida, y superando siempre unas desgracias como ya me gustaría superarlas a mí alguna vez en la vida. Para este cine europeo, mayormente alemán, no existe la clase media y no repara en todo tipo de dispendios para envolvernos en unos dramones de mucho cuidado. De un tiempo a esta parte, todas las cadenas de televisión, incluso algunas de pago, las han incorporado a su parrilla, enganchándonos de mala manera y logrando hacernos sentir de lo más vulgares con esas historias que cuentan y que nunca nos tocan.

Pero, por si fuera poco drama, siempre nos queda la publicidad. Y más ahora en Navidad. Cuando algunos hacemos serios esfuerzos a mediodía por no dar la cabezada y no perder detalle de la peli, ¡tain, el intermedio y el famoso volvemos en siete minutos! Bueno, eso en el mundo de la publicidad son veintiún anuncios, uno detrás de otro. Y eso si realmente son siete minutos, porque ¿alguien los ha cronometrado? Pero qué quieren que les diga, yo soy uno de esos a los que, de vez en cuando, les gusta un dramón aderezado con un lujo y una historia de amor. Y listo.

@JC_Alberto