Tengo un amigo que dice que está tan cansado de lo de Cataluña que si hubiera un referéndum en toda España votaría a favor de la independencia. Bueno, en realidad lo que dice es que votaría a favor "de que se fueran al carajo de una puñetera vez". Entiendo lo que siente, pero hay al menos cuatro millones y pico de españoles que viven en Cataluña que no se merecen que sus conciudadanos les den una patada en el culo.

Porque la foto de las elecciones de ayer no es otra cosa que la de una sociedad dividida en dos. Nada ha cambiado. El bloque soberanista alcanza por los pelos la mayoría absoluta para gobernar, una mayoría que el bloque constitucional casi arañó. Ciudadanos, además, sobre el millón de votos, es el partido que ha recibido el respaldo mayoritario de los ciudadanos.

No existe nada más difícil que analizar resultados electorales aún en precario a la hora de estas líneas. Pero todo parece indicar que los dos grandes bloques que existían en Cataluña se mantienen indemnes, por más que haya habido movimientos del electorado entre unos partidos y otros. ¿Cómo resumirlo? Ciudadanos protagoniza un éxito electoral sin precedentes, el PP se la ha pegado con todo el equipo hasta el punto de perder el grupo parlamentario, el socialismo catalán naufraga, Ada Colau y Pablo Iglesias son castigados con el desinterés de los electores y el independentismo tendrá que digerir el fracaso estrepitoso de las CUP y el éxito en el exilio de Carles Puigdemont, que ha registrado con su partido los mismos apoyos que la Esquerra Republicana de un encarcelado Junqueras.

Pero lo trascendente, además del éxito de Inés Arrimadas, es que de ese nuevo Parlamento habrá siete diputados que no podrán ejercer, unos porque están en el talego y otros huidos. Estas elecciones han sido singulares precisamente porque hay candidatos que han hecho campaña entre rejas o paseando por los parques de Bruselas. Ahora, pasada la juerga electoral, viene la resaca jurídica. Los tribunales siguen instruyendo las causas que acabarán estragando las filas del bloque independentista.

¿Y qué va a pasar? Si los independentistas no leen correctamente la realidad -que no tienen el suficiente apoyo de la sociedad catalana para su proyecto-, la tensión política volverá a dispararse. Las elecciones de ayer, consideradas como un plebiscito, son una clamorosa evidencia de que hay tantos catalanes españoles como soberanistas. Es una nueva advertencia al bloque independentista -además del palo que se han llevado las CUP- de que hay que hacer las cosas de otra manera. Una advertencia tan de grueso calibre como la que le han dado a Rajoy, cuyo partido en Cataluña está al borde de la extinción.

Lo importante, para el mundo mundial, es que el soberanismo no ha salido reforzado. Ni mucho menos. Así que los españoles podrán dedicarse hoy más tranquilos a las cosas que de verdad les importan, como el sorteo de la Lotería de Navidad.