Peter Handke ha abierto su cuenta oficial en español en twitter, donde el escritor de Carintia recomienda: "Escribir solo lo esencial pero detalladamente". Para que reflexiones en la fórmula por si te sale. Seguramente todo el talento y cultura de la Viena de los Habsburgo en víspera de la Gran Guerra, no puedan compararse con los autores austríacos de la segunda mitad del siglo pasado. Dada mi propensión a lo distinto, la rareza, la anomalía, la excepción (a ello habrá que atribuirlo), los últimos me han resultado más desconcertantes. Con el más disonante de los antiguos, Karl Kraus, pese a mi predisposición a la rendición incondicional, nunca se produjo. Pues Wittgenstein, tampoco; ni Weiniger.

Sin que nadie me lo pregunte, suelo decir que mi escritor preferido es Peter Handke y no Thomas Bernard, a pesar de su súbita muerte en un hotel de Torremolinos, solo. Fue su obra póstuma. Bernard es demasiado artista, estampa de escritor bohemio (gastaba ese canon). Handke como le tildé en un pequeño ensayo que publiqué, es un merodeador de las periferias: vive a las afueras de Versalles en una colonia donde termina la línea de autobús y comienza el bosque. Él se fijaba y escribió del dibujo de las aceras de Burgos, del jukebox de un bar a las fueras de Soria, y no hacía ascos ni a las farolas de las autopistas ni a la iluminación de las grandes superficies. ¿Habrá algo más grandioso para excitar la pulsión literaria? Empiezas así y puedes convertir todo en personajes literarios o en insólitos ensayos sobre el cansancio o el día logrado. Recuerdan a las impresionantes autobiografías impersonales de Félix de Azúa.

En pleno "putsh" catalán se celebraron las elecciones del 1-0, y en lugar de analizarse la vulneración de todos y cada uno de los requisitos inexcusables de cualquier elección, se vendió el triunfo del martirio, y se detallaron los heridos que subían por centenares: 400, 600 y al poco estaban en 900 y subiendo; ¿graves, muy graves y premuertos, muertos ya?? Resultó una teatralización: esencia y detalles, de excesiva artificiosidad. Lo he intentado, Peter.

Así se hizo presente el Estado español en Cataluña con el gran símbolo del poder: el monopolio de la violencia (Weber), de guante de terciopelo para el desafío. Enfrente teníamos a 17.000 armados muy sospechosos. Había Estado porque se hizo visible, era tangible. Al aparato judicial se le puede torear y despreciar rutinariamente. Es poder oculto, inmaterial.

Sin el 1-0 estatal no hubiera habido 155.