Somos ciudadanos de una tecnocracia en la que se obliga a las pequeñas empresas a tener correo electrónico para los avisos de Hacienda. Pero eso no va con la Sanidad canaria, que ni siquiera había descubierto, hasta ahora, el plástico. Será el próximo año cuando el Servicio Canario de Salud empezará a dar tarjetas "inteligentes" a los usuarios. Hasta ahora, a los que la perdían se les daba una triste fotocopia de papel que había que plastificar por cuenta propia.

La inepcia de lo público, instalado en un mundo de papel ya decimonónico, llega mucho más allá. Cualquier persona, en teoría, tiene el derecho a darse de alta en el sistema informático de la Sanidad pública y acceder a su historial sanitario completo, con informes médicos y pruebas clínicas. Tiene ese derecho porque ha pagado por ello con sus impuestos. Pero es un derecho que, como otros muchos, sólo existe en el mundo de la fantasía. Porque si cumplimentas los engorrosos trámites digitales y accedes como usurario a la red nacional de salud, lo único que vas a encontrar, si eres canario, es el parte de alta de la gripe que cogiste cuando hiciste la primera comunión. Las historias de los pacientes no están digitalizadas, y si quieres algo lo tienes que pedir y pagar. Y te lo darán en un tocho de papel del tamaño de una caja de zapatos.

Lo que es un inconveniente para los pacientes se vuelve algo más grave para los médicos de atención primaria, que cuando quieren consultar los datos de un paciente y su historial clínico se encuentran con que no tienen acceso a determinadas pruebas. Y eso, en este siglo, en el mundo de la comunicación y las redes, es de un anacronismo insoportable.

Sanidad descubrirá el plástico el año próximo. Después el fuego. Luego la rueda. Y tal vez el próximo siglo digitalizará las historias de los pacientes. Pero no es una excepción en la administración canaria. Obtener datos actualizados de la economía de las Islas en el Instituto Canario de Estadística es un trabajo imposible. Hay tablas que sólo recogen indicadores de hace tres años. El mundo va hacia la realidad virtual y nosotros seguimos cantando con las maracas de Machín. Menos los de Hacienda, que esos saben hasta la pasta de dientes que compramos.

Es verdad que en Sanidad vivimos acogotados por lo urgente: o sea, acabar con esas insoportables listas de espera de consultas e intervenciones quirúrgicas que nos sitúan a la cola de España. Pero lo que es urgente no resta valor a lo que es importante: el derecho de los ciudadanos a tener acceso a sus historias y que todos los médicos, en cualquier punto del sistema de salud, puedan tener una visión exacta del historial de patologías de sus pacientes. Eso también es importante, aunque nadie le haga puñetero caso.