Me gustaría comenzar este artículo preguntando a mis estimados lectores ¿qué es para ti la Navidad? A esta fecha tan especial le podemos dar tantos significados como encontrar diversas formas de celebrarla. Para unos, tal vez, les recuerde que es en ese tiempo cuando se reciben sus regalos; para otros, quizás sean vacaciones; los niños la relacionan con que no van a la escuela; los jóvenes la asocian con días de fiesta; y para muchos otros, con la excelente oportunidad para reunirse con la familia, incluso para olvidarse del colesterol, los triglicéridos y de la glucemia, compartiendo unas deliciosas comidas y cenas.

Entonces? ¿este es el significado que para ti tiene la Navidad y la forma de celebrarla? Porque si es así, cuidado, ya que esta costumbre puede llegar a tener una fuerza superficial muy considerable. ¿No sería mejor si hiciéramos el esfuerzo, aunque sea por esta ocasión, de darle un significado diferente a esta Navidad? Comencemos por desempolvar la mente para recordar qué y para quién estamos haciendo todo esto.

El significado y lo realmente importante de la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús y no centrarse únicamente en los regalos, las comidas y las demás cosas superfluas.

Efectivamente. El día de Navidad celebramos que Jesús nació con un propósito, el de darnos libertad. El de que sus manos y sus pies fueran atravesados en la cruz a pesar de ser puro y sin mancha, en un sacrificio que no tiene comparación. Ese día nació un niño que crecería para morir por amor en una cruz, por todos nosotros, por ti. Ese es el verdadero significado de la Navidad, lo demás es banal.

Solidaridad, ternura, hermandad -¿cuánto de superficialidad y fachada?, ¿cuánto de sentimiento veraz?- Paz, regalos, publicidad empalagosa en las cadenas de televisión, turrones, bebidas, regalos por doquier -¡cuánto consumismo!- Palabras, gestos y más palabras y gestos. Típicos tópicos. Siempre he considerado que las buenas obras, las buenas acciones -si se pretenden hacer-, que se realicen en cualquier momento del año en que uno se encuentre. Para hacer el bien no es necesario mirar el almanaque. Acentuar los valores sociales en una determinada época es no comprender que los sentimientos humanos son "per se" exógenos a cualquier momento concreto e individualizado.

No es nada extraño, ni me extraña, que a algunos no les guste la Navidad, a la que consideran una fiesta sensiblera y falseada, rodeada de una parafernalia publicitaria cada vez más adelantada en el tiempo, para incitar a un consumismo disparatado y alienante.

¡Y así es! La más entrañable y universal de las fiestas cristianas está sometida a un peligroso proceso de explotación económica que amenaza con despojarla de su profundo sentido religioso, familia y tradicional. Es comprensible, pues, el rechazo y las críticas que la llegada de estas fechas maravillosas despierte en los que no saben, no pueden o no quieren separar lo verdadero de lo falso, para vivir la Navidad en sus valores más auténticos, mas hermosos, mas alegres y profundos. Porque, a pesar de las críticas y de los detractores, pocas celebraciones están tan repletas de un mensaje más sublime y al mismo tiempo más tierno y cercano que la Navidad, es decir, la celebración del nacimiento del Mesías, del Señor Dios. Produce tristeza haber perdido el verdadero significado de la Navidad. Hemos transformado esta fecha en reuniones para comer, recibir e intercambiar regalos sin darle importancia a su verdadero significado, porque esos derroches con los que estamos ensuciando también la Navidad son una ofensa para los millones de personas que sufren todo tipo de miserias y calamidades.