El turismo ideal en Canarias sería el siguiente: un visitante que se gastara quince o dieciséis mil millones en sus vacaciones. Así el impacto en nuestro medio ambiente sería inapreciable y los ingresos se mantendrían. Pero es de suponer que pedir esa pollabobada a los reyes magos no funcionará y tendremos que seguir como hasta ahora.

¿Y cuál es el problema? Pues que hay gente que se queja. Lo que quiere cualquier país del mundo es aumentar sus cifras de PIB, sus negocios, su facturación y sus ingresos. Sólo en estas ínsulas baratarias existe un discurso por el que se establece la necesidad de poner un techo al turismo porque se supone que nos causan un daño ambiental irreversible.

El turismo ocupa un 3% del suelo de Canarias y produce más de un tercio de nuestro producto interior bruto. En términos de rentabilidad es la repera. Es cierto que dieciséis millones de personas al año defecando, usando coches de alquiler o paseando por nuestros montes causan impacto en el medio ambiente. Pero si dedicáramos una parte de lo que se ingresa por el turismo a inversiones relacionadas con la protección de la naturaleza, la cuenta de resultados saldría a nuestro favor.

La moratoria turística fue una medida que pretendió frenar el crecimiento turístico. Canarias hizo como un comerciante zumbado que decide que está entrando mucha gente en la tienda y decide cerrar las puertas. En realidad, los grandes grupos siguieron haciendo proyectos turísticos y la medida sólo afectó, como suele ser habitual, a los pequeños emprendedores. Los pringados con hipotecas que no podían pagar acabaron malvendiendo a los de siempre, a los de la pasta, que empezaron a acumular suelo turístico. Sólo tenían que sentarse a esperar sin prisa a que se "descongelara" el sector.

Ahora se vuelven a escuchar voces de preocupación por el crecimiento del número de turistas. Curiosamente, los mismos que gritan alarmados por estos datos tienen la boca cosida cuando se les hace notar que el crecimiento poblacional de Canarias en la última década ha sido el segundo mayor del Estado (detrás de Baleares). Que estamos en los dos millones ciento cincuenta mil personas y que seguimos creciendo a base de inmigración laboral en un territorio que tiene cerca de un cuarto de millón de parados. ¿Y de eso no hablamos? No. Sólo de los turistas. No hablamos de los cinturones de barrios que están creciendo alrededor de los núcleos turísticos, ni de la construcción incontrolada de las medianías, ni del incremento permanente del número de vehículos privados en nuestras carreteras...

El bálsamo para esas buenas almas que se preocupan por nuestro éxito turístico es que la burbuja reventará. Un día no lejano las cifras de turistas empezarán a bajar. Y ese día, cuando el paro y la crisis nos coman por las patas, tendremos en Canarias eso por lo que muchos apuestan: verdor, naturaleza y paz. Esa paz hermosa que se respira siempre en los cementerios.