Olviden la fecha del jueves -los Santos Inocentes y el infanticidio de Herodes que pervive en bromas y humoradas- y sepan que el neologismo no es nada de eso, sino una nueva comunidad autónoma, formada por las "activas circunscripciones de Tarragona y Barcelona frente a las pobres y subsidiadas Lleida y Girona", cuya creación demanda una plataforma ciudadana, inscrita en el pasado junio y que, en sólo veinticuatro horas, logró sesenta mil adhesiones.

Descartada la inocentada, reconocemos en los promotores de la iniciativa una serie de valores, cualidades o hasta virtudes, si quieren -de las que adolecen u ocultan tan bien que ni se les nota los líderes y voceros del bando secesionista- y que, en principio, parten del ingenio para utilizar en su debut un discurso similar al que llevó a la azarosa, larga, trampeada, declarada, suspendida e ignorada independencia.

En segundo lugar, recuperan el añorado seny, que, además de sensatez y cordura, significa también buen humor, digno estilo -le debo la definición al singular Antonio de Senillosa- y eso es muy de agradecer dentro de la convulsión que castiga a una sociedad dividida. Como todas susceptibles de debate, las afirmaciones son impecables: "Los territorios costeros de Tarragona y Barcelona comparten características y anhelos comunes diferenciados del resto de la comunidad autónoma".

Metidos en la posverdad -la mentira emotiva o programada que desoye cuanto la desnuda y la desarma- los portavoces separatistas, con distinto tono y dudoso humor, se apresuraron a calificar como "simplona ocurrencia o broma pesada" una percha argumental -las distancias de desarrollo y cultura con el resto de España- que usaron y usan hasta el empacho, y no se atreven a entrar en el juicio de las diferencias, algunas tan ostensibles como el veinte por ciento de votos independentistas que separan lo Cataluña rural de la próspera costa.

Tal como está el tablero catalán no nos extrañaría que los ideólogos de la independencia hurgaran en su deriva para replicar, o distraer, a los promotores de la singular Tabarnia, "distinta al resto por la alta densidad de población, la intensa relación comercial con el resto de España; el orgullo por el bilingüismo, la mentalidad abierta, la mayor renta y la mayoría de votos no nacionalistas".