Las resoluciones son pura vanidad. Sus resultados son nulos.

Oscar Wilde

Inevitablemente todos nos sentimos inclinados a formular buenos propósitos para el año entrante. Este 2018 no puede ser distinto. El efecto del año nuevo consigue que esbocemos una sonrisa y nos sumerjamos en esta idea mágica de los cambios condicionados a una fecha. Perder peso, leer más, estar más tiempo con mis hijos y un largo etcétera componen esa "carpeta" que parece abrirse con el comienzo del año.

Pero ¿tiene esto algún sentido? Nos gusta pensar que somos los dueños de nuestro destino, pero realizar cambios significativos en nuestra vida es una experiencia, a menudo, muy frustrante. Los datos muestran que el 98% de las dietas planeadas fracasan, nueve de cada diez personas dejan de ir al gimnasio tras tres meses y alrededor del 95% de los que tratan de dejar de fumar fracasan. Un panorama desalentador, ¿verdad?

Si acudimos a la respuesta científica a esta sensación de alegría, la explicación, aunque difícil de medir, nos la propone el estudio realizado por el equipo de John Norcross de la Universidad de Scranton en el año 2002, que nos ofrece algunas respuestas basadas en la evidencia.

Parece que muchos de nosotros estábamos bastante despistados en nuestras premisas y conclusiones.

Del total de personas encuestadas, menos de la mitad (41%) decidió hacer un plan para el año nuevo, y estos consistían principalmente en: perder peso, hacer más ejercicio y dejar de fumar. No se encontró relación entre el tipo de plan para cambiar y el éxito en el mismo.

Teniendo en cuenta que somos muy poco constantes en general y muy resistentes a cambiar, es sorprendente que los propósitos de año nuevo sean relativamente exitosos. Con algunas condiciones, claro.

A pesar de que la mayoría de las resoluciones se habían abandonado en julio, una de los hallazgos más sorprendentes es que quienes están más motivados para cambiar no son los que cuentan con más posbilidades para conseguirlo. Lo que parece determinante para triunfar es haber tomado una clara decisión de cambio, creer que lo podemos conseguir y mantenerlo a lo largo del tiempo.

Mientras quienes abandonan se culpan (casi) siempre, bien por su falta de voluntad o porque las circunstancias se lo han impedido, quienes lo consiguen olvidan las lamentaciones, y emplean su tiempo en tratar de mantenerse tan positivos como sea posible, evitando distraerse con cosas que pueden tentarles a abandonar, y autorrecompensándose siempre que consiguen un progreso importante.

La receta para conseguir nuestros propósitos para el año próximo parece estar compuesta de una parte de voluntad, otra de realismo y una tercera de improvisación. Eso sí, aderezado con perseverancia y la capacidad para encajar los posibles tropiezos en el camino. Todo ello, bien detallado y con buena letra, pasito a pasito, y con la vista puesta en lo que estamos cocinando, más que en la imagen mental de cómo nos va a quedar el plato. Ah, todo esto sin olvidar que quien decide cuándo comenzar a cocinar somos nosotros. Y quizás no es la mejor idea hacerlo cuando nos sentimos empujados a ello.

O resumiendo. Quien no disfruta del camino nunca llegará a su fin.

@LeocadioMartin