Es tiempo de analizar lo acontecido a lo largo del año y de pensar en los propósitos que queremos alcanzar con el nuevo, pero ya con mi edad lo que prefiero es evocar tiempos pasados y los recuerdos vividos en el siglo anterior.

La celebración de esta fecha en la década de los 60 estaba llena de ilusión. Las parejas se arreglaban acorde a sus posibilidades: ellos con el consabido traje oscuro con pajarita y ellas con vestidos coquetos y elegantes. Se puso de moda celebrarlo en un buen hotel del Puerto de la Cruz, con cena, baile, cotillón, caldito de madrugada y chocolate con churros casi al amanecer. Los hoteles tenían un gran servicio, con menús exquisitos para cenar y buenas orquestas que amenizaban la fiesta, cosa que no ha cambiado a juzgar por los anuncios que se ven en la prensa. Uno de los sitios preferidos era el hotel Las Vegas, en el que había que sacar las tarjetas y elegir las mesas con mucha antelación y normalmente juntar un grupo grande de parejas con el que compartir una noche divertida, tomar unas copas y regresar a casa sin contratiempos. El Caballo Blanco en La Matanza era parada obligatoria para un bocadillo de jamón y un café con leche antes de dormir. El cambio de hotel otros años fue siempre un fracaso, pero pasamos también buenos ratos en el Círculo de Amistad y en el Casino de Santa Cruz, o en el hotel Tenerife Tour de Las Caletillas, que tenía un buen ambiente.

De todos aquellos fines de año que salimos, el mejor sitio donde lo celebramos fue en el hotel Mencey, sobre todo porque no era necesario coger coche, aunque quizás no era el sitio, sino la compañía. Nos juntábamos familia y amigos, pero lamentablemente muchos ya no están, y si me dedico a recordarlos, me entrará una profunda congoja y mucha tristeza. La sociedad que se reunía en aquellos salones era liberal y abierta, y sin lugar a dudas menos elitista de lo que se piensa o de la que se reunía en otros sitios, pues prácticamente nos conocíamos todos. Esas vivencias quedaron atrás, con la edad y los achaques dejé de ponerme el traje de pingüino, pero los recuerdos son imborrables.

2017 ha sido un año regular, el país progresa adecuadamente, aunque continúan los graves problemas, paro, pobreza, terrorismo y dinero que sigue evaporándose por culpa de la corrupción... Esos son muy graves, pero considero peor el enfrentamiento entre hermanos al que nos han llevado los políticos y los partidos, con ese populismo barato o insuflando un revanchismo absurdo en el siglo XXI. Parece que el sino de España es tener una clase política sin mesura o consecuente, que piensa más en ellos mismos que en los administrados, que permita el incremento de la miseria y que unos pocos sean cada vez más ricos. Esto choca con una sociedad que es cada día más solidaria, que debería ser un ejemplo para otras naciones si no fuera por lo acontecido en Cataluña, donde se ha creado un odio y rencor que pueden llevar a un grave enfrentamiento. Es una pena que un idioma universal como el español pretenda ser erradicado por una lengua de andar por casa, y que sea amenazada por otros dialectos, amparados por sus fueros, que les permiten ser distintos y conseguir que el resto de comunidades seamos de tercera división.

Este debería ser el propósito para 2018, pero permítanme ser escéptico, principalmente por la escasez de políticos nacionales y europeos de talla en quienes escasea la materia gris, la mano dura y destacan más por ser políticos acobardados, temerosos, lentos en resolución y siempre pensando en contentar a otros. En el fondo no saben ni lo que quieren ni lo que deben cambiar, y esa absurdez de modificar la constitución para encajar a Cataluña en España es de vergüenza. Rajoy es un buen hombre, pero está más quemado que la pipa de un indio. Claro que hay que hacer retoques en la Constitución, pero jamás eliminar la igualdad de las comunidades o esto se convertirá en diecisiete estados.

Les deseo salud, amor, trabajo y prosperidad para el nuevo año, pero sobre todo más responsabilidad y pensar en los demás.

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