Tras los últimos tumbos, la pausa de la Navidad dejó una desabrida sensación de cansancio; y, además, la reaparición, con menos ruido y fanfarria, del sainete pertinaz de Cataluña, del acre final del drama de Diana Quer y la prisa inducida de las rebajas de enero. Nada nuevo bajo la primera superluna de enero y el tibio sol que alivia con levedad el invierno más frío y gripal que se recuerda por estos lares.

En cuanto al primer asunto, la secesión anunciada, a cualquier espectador imparcial -o sea, cualquier ciudadano aburrido de la reivindicación legítima y la monserga pertinaz, de la mentira colectiva y la contradicción sin sonrojo- el asunto le resulta tan viejo y fuera de lugar como una canción de Lluis Llach, aquel cantautor que prometía horizontes y se quedó en la aldea; como las voluntaristas argumentaciones de los letrados que, sin recato, buscan veredas legales para sacar de la cárcel -donde, desde luego, no debe estar- al inefable Junqueras, "ese osito de peluche que todos queremos tener en casa" (Icedta "dixit") pero que, erre con erre, insiste en su condición de hombre de paz -y de secesión- creyente fiel pero mudo obstinado para declarar su respeto y obediencia al vigente marco legal, condición imprescindible para recuperar la libertad vigilada y a la espera de juicio. Lo de Puigdemont, para los suyos, es una cuestión de amor y humor regional -nacional o territorial, como quieran llamarlo- y con mucho de coros y danzas para el resto de la ciudadanía, entre los que están los que, después del reflotamiento de la banca en la crisis que aún dura, hacen cálculos de cuánto dinero saldrá de sus bolsillos para tapar el agujero de la deriva independentista.

En medio de este horizonte gris marengo, la aparición de un tipo llamado el Chicle, que, sospechoso desde la hora cero, ya es el asesino confeso de Diana Quer, deja en el aire numerosas incógnitas y una inevitable desazón cívica. Sin entrar en claves profundas resulta extraño que la nave abandonada de un polígono cercano -donde se encontró el cadáver de la desgraciada muchacha- no entrara en los rastreos que se realizaron en el lugar de los hechos y que un tipo, con los antecedentes y sospechas que le apuntaron, haya circulado libremente durante dieciocho meses hasta que la perpetración de un intento de secuestro similar al de Diana Quer desencadenara su detención. Es lo que hay y toca volver a empezar.