Año nuevo, vida nueva; eso al menos me han dicho en casa para evitar que siga escribiendo de política; sobre todo del tema tan cansino de Cataluña; que ya es hora de que nos dediquemos a hablar y a escribir sobre los problemas que tenemos, y muchos, los demás españoles. Pero una cosa es decir, sentir, pensar e incluso desear y otra cosa muy distinta es la cruda realidad. Y mira que lo intento, pero en esto que ha llegado Messi y nos ha devuelto al escenario político, social, económico e incluso futbolístico a buena parte de este país, que por ahora se sigue llamando España.

Pero me dicen los míos que cómo voy a escribir de Messi si no tengo, según ellos, ni puñetera idea de fútbol; pero les digo que no, que no voy a escribir de balompié sino de política; y en eso que se han puesto hechos una furia porque les había prometido renovar mi escritura y dedicar mi poco tiempo libre a comentar qué tal nos había ido durante las fiestas navideñas.

Pero resulta que esto de Messi, su renovación y, sobre todo, el anexo que han añadido -se supone que su padre y representante, más todos aquellos que están detrás del negocio que representa la Pulga- ha sido más sonado, impactante, esclarecedor, determinante, descriptivo, esperanzador y eficaz que toda la parafernalia que rodea al famoso artículo 155 de la Constitución, y que este gobierno de chichinabo y de blandengues ha sido incapaz de imponer con el impulso, la determinación, el arrojo, la templanza y la fuerza necesaria para colocar a cada uno en su sitio. Y así les ha ido.

Y ha tenido que llegar Lionel -Leo para los amigos-, y en unas líneas dejar por escrito un anexo -el ya famoso 155 bis- en el que ha puesto los puntos sobre las íes, y, con todo el sentido común del mundo, que para los políticos catalanes y para este gobierno de pitiminí es el menos de los sentidos de que disponen, aclarar y dejar sentado, sin ningún género de dudas, que él, Lionel Andrés Messi Cuccittini -¡toma ya nombre!-, que se considera un jugador de fútbol y, por consiguiente, un activo del F. C. Barcelona; que, aunque estará siempre agradecido y en deuda con el club por haber recibido su ayuda, formación, dedicación e incluso una nueva vida (que a la vista está que no en balde cobra 35 millones de euros netos por temporada, que ya es cobrar), aunque señalando que ha contado con unas cualidades natas y excepcionales para la práctica del fútbol que lo han convertido en el jugador más famoso y codiciado del mundo, se siente en la necesidad de dejar claro que una cosa es el fútbol y otra muy distinta su vida, su familia y, sobre todo, sus empresas, cuyo valor va siempre en consonancia con la liga en la que juega y, sobre todo, con la que previsiblemente pueda jugar.

El amigo, que aunque algunos dicen que le falta una agüita (por lo visto, de tonto no tiene un pelo), ha hecho saber a quienes quieran enterarse o darse por aludidos -principalmente todos los independentistas y aquellos que sin serlo tienen al Barsa como algo más que un club- que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. De hecho, su padre ha afirmado que: "Hay un compromiso con el F. C. Barcelona de quedarse siempre y cuando dicho club juegue en una liga top; es decir, una competición de primer nivel como puedan ser la española, la inglesa, la francesa, la italiana o la alemana".

Más claro agua: Messi no puede arriesgarse, ni como jugador, ni como empresa, ni como marca, ni como imagen. Viene a decirles a los Junqueras, a los Puigdemonts y a los de la sectaria TV3 que los experimentos se hacen mejor con gaseosa. Aunque la reacción del club no se ha hecho mucho de esperar, ya que la pela es la pela, y así uno de sus vocales, Javier Bordas, ha dejado claro que nada va a cambiar y que lo importante es que Messi se quede en el club. Menos mal que siempre le quedará a Messi Tabarnia.

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