El salto de Iñigo Errejón a intelectual orgánico (siempre Gramsci) oficial de izquierdas se produjo hace unas semanas en el suplemento Babelia de El País, con una crítica al último libro del intelectual del PP José María Lasalle. Lo que motivó que este le contestara en el mismo medio en una esgrima intelectual desacostumbrada, que al parecer hizo aumentar la cotización mediática de Errejón, ya de por sí elevada.

Sin que transcurrieran muchas semanas, Errejón, esta vez desde El Mundo, ofrecía un texto sobre Macron. Sus apreciaciones sobre el presidente francés no eran tan interesantes como la teorización de su alternativa política, que imagino mucho más suya que de su formación.

Lo que me resultó más chocante fue lo referido al fin de la política como "construcción de sentido". Este sintagma es de Jacques Lacan en estado puro, guía de su psicoanálisis. Significa que la identidad individual es algo dinámico, constituyéndose en el lenguaje que persigue sobre el deseo la determinación individual del sentido a la vida. Que Jacques Lacan emergiera (reforzado con otra idea clave aunque malformada: proponer "imaginarios") vía Ernesto Laclau (Errejón sigue fiel) en nuestra política tan disparatada y sin "sentido" era al menos divertido.

La aventura individual de la vida abierta a todas las paradojas y recónditos deseos, de Lacan, no parece que pueda ser aplicable a sujetos colectivos.

Un proyecto sin teleología, sin la culminación estatal y solo camino de realización, sin un fin acabado a alcanzar (Venezuela, Ecuador, Bolivia) y con un sujeto colectivo: el "nosotros" sin alteridad, lo que es imposible si no defines al otro; ahí callaba, suprimía al enemigo y la dialéctica. Lo que es central como "antagonista" para Laclau, como "enemigo" para Carl Schmidt: dos figuras funcional, teóricas y moralmente afines.

Si Errejón ante Lasalle era un esgrimista, con Macron era un bailarín que ejecutaba figuras que burlaban el espacio. Con esa vaporosidad que otorga moverse en un mundo virtual, donde las realidades herrumbrosas (discurso economicista, clase obrera?) quedaron superadas, Errejón prefería ahondar en conceptos como nación/solidaridad cívica, identidades colectivas y relato de unidad. Todo esto no es más que la lectura posmoderna (relato, identidades colectivas, solidaridad cívica) del "bloque hegemónico" de Gramsci, ya que apuntan a los aparatos ideológicos y culturales como bases de control y dominio de la sociedad política, forjadoras del consenso gramsciano, con el que quedaría superada la dictadura del proletariado.

Con todo, Errejón es el intelectual de izquierda, donde solo quedan exclamaciones, imprecaciones, tautologías, significantes huérfanos, anatemas? al estilo Louis Ferdinand Céline.