Después de casi tres meses, por fin, hemos podido regresar a casa. La rotura del bajante y la masa viscosa de olor indescriptible que empezó a fluir por la tubería con un frenesí desbocado nos obligó a evacuar el edificio. Gracias a la ayuda de los bomberos y a la de algún santo a quien le rezó la Padilla, logramos salir con vida.

Ella todavía siente náuseas cuando le viene a la mente aquel tufo, y lo achaca a que ese día se le quedó algo pegado en los pelillos de las fosas nasales. Brígida le sugirió que estornudara con fuerza para que lograra expulsar los restos de lo que quiera que fuera que se le había quedado incrustado allí, pero lo único que consiguió fue fracturarse dos costillas.

Aun así, no todo ha sido negativo. Este contratiempo también ha tenido su lado bueno. En nuestra ausencia, doña Monsi, que regresó de Barcelona harta de tanta incertidumbre, aprovechó para hacer algunos arreglillos en el edificio. Las subidas de la cuota de la comunidad han servido, por lo menos, para que la presidenta haya podido acometer el cambio de tuberías, adecentar el ascensor y poner luz en las escaleras. En este tiempo, también, consiguió alquilar el bajo izquierda, que ahora es una peluquería.

-¡Qué horror! Esto empieza a oler a tinte y a laca -se quejó Carmela, que, después de tantos meses sin usar la fregona, parecía no tener muy claro cómo funcionaba aquella cosa tan simple que a ella, sin embargo, le parecía más complicado que encontrar papas negras a menos de un euro.

-Cuando se corra la voz, esto va a estar peor que la calle Castillo en Navidad -comentó Úrsula, mientras miraba extasiada el botón del ascensor, que, después del arreglo, cuando lo pulsas, se ilumina y desprende un aroma a lavanda.

-¿Tú has visto la pinta que tiene la peluquera? -preguntó Carmela en modo cotilla- Se llama Rita.

-¿Como la cantaora?

-A mí que cante cuando quiera. Ahora o después.

En medio de esa conversación absurda, llegó el ascensor con la Padilla dentro. Al salir, hizo un gesto para que las vecinas se acercaran.

-Chicas, aunque no me hace mucha gracia que haya una peluquería en el edificio, tengo que confesarles que voy a entrar.

-Traidora -le espetó Úrsula.

- Tienen que entenderlo. Desde el fatídico estornudo estoy doblada y no he podido lavarme el pelo -se excusó mientras caminaba encorvada.

-Bueno, venga?, te acompaño- se ofreció Carmela, más como un gesto de cotilleo que de amabilidad.

En la puerta de la peluquería, que está justo en el lado izquierdo del ascensor, una mujer de pelo rojo y labios de un encarnado todavía mucho más intenso salió a saludarlas.

-Buenos días. Ustedes deben ser las vecinas del edificio -dedujo.

-Menuda chismosa. Qué poco ha tardado en ponerse a investigar -le susurró Carmela a la Padilla.

-Pasen, pasen -les ofreció amablemente.

-Yo es que estoy lesionada y no puedo moverme mucho -explicó la Padilla, con el cuerpo en forma de ángulo recto.

-Ah, pues le voy a pasar el contacto de mi primo Alexis, que es fisioterapeuta -dijo la peluquera buscando su número de teléfono.

De repente, una voz cantarina surgió del interior del local.

-Toc, toc? Un, dos, tres. ¿Hola? Llamando a mamá. Regresa a la Tierra, por favor. Plis, cam tu di erz. Lo que esta señora precisa de manera urgente es un lavado intenso y profundo que le deje flaying in de eskai.

Carmela y la Padilla esquivaron con la mirada el cuerpo de la mujer y sus ojos tropezaron con un joven que llevaba todos los colores del arcoíris encima.

-¿Y este? -preguntó Carmela.

-Es Yeison, mi hijo.

-¿Payaso?

-No. Recepcionista.

-¿De qué hotel? -preguntó la Padilla.

-De este edificio -dijo su madre orgullosa-. Doña Monsi lo ha contratado para que controle las entradas y salidas.

-Encantado, señoras -dijo haciendo una reverencia exagerada-. Les recuerdo que, si van a salir a la calle, me tienen que dejar las llaves on de teibol.

Al escuchar aquello, la Padilla se irguió de golpe y se oyó un "crack" que la obligó a dormir esa noche en urgencias. Para templar los ánimos, doña Monsi nos ha convocado a todos este miércoles. Dice que quiere ponernos al día de las novedades.