Son tiempos malos. Tiempos de gripe. Te coge el virus, te inflas a tomar efervescentes y codeína y al final te atontas. Y te hacen una entrevista y acabas diciendo que estás por la igualdad de las "personas reales" y que has presentado un proyecto de ley para que los perros sean tratados como personas, que es lo que al parecer le pasó a la diputada Melisa Rodríguez. Un lunes chungo.

Igual puede parecer un exceso elevar el estatus de los perros al de los votantes -en mi caso, soy más de gatos y me parece una discriminación inaceptable-, pero tal vez la diputada de Ciudadanos, por mucho que parezca lo contrario, haya puesto el dedo en la llaga. En el escudo de Canarias hay dos perros. Fíjense en el número, que es importante. Dos bardinos que sostienen el escudo: un campo de azur con las siete islas plateadas en medio. No hace falta ser un lince para deducir que se trata de la representación animal de las dos burguesías capitalinas de Tenerife y Gran Canaria, que a base de gruñidos y mordidas se han repartido siempre todos los huesos que en las islas han sido.

La reforma electoral que ayer debatió una ponencia en el Parlamento es un chuletón que ha caído en medio de los dos mastines. Se argumenta que el ochenta y seis por ciento de la población de Canarias, que vive en las dos grandes islas, sólo tiene la mitad de los diputados de la asamblea legislativa, mientras que el catorce por ciento restante se reparte la otra mitad. Y que eso es manifiestamente injusto. Pero para arreglarlo lo único que se propone es darle un diputado más a Fuerteventura y repartirse otros nueve entre Tenerife y Gran Canaria. Una chapuza.

Si de verdad quisieran meterle mano a la representación poblacional en Canarias, estaríamos hablando de una propuesta muy diferente. De una gran reforma. Pero esto sólo va de los dos perros que aguantan el escudo, de los partidos y de sus estrictos intereses. Razón tiene Podemos cuando dice que al final se trata de crear más casta y más pasta.

El modelo político y poblacional de Canarias es un disparate. Y el desarrollo de estas islas tiene mucho que ver con la manera desequilibrada en que se han repartido el hueso del poder. Toda la economía, todas las sedes de las instituciones, todas las grandes infraestructuras, han aterrizado en las dos grandes aglomeraciones territoriales, que no sólo han consolidado su liderazgo poblacional, sino que lo han aumentado exponencialmente. Una administración costosa, partida por el pleito insular y mayormente confusa que nunca ha sabido muy bien si es isla o región.

La gloriosa ponencia para el cambio electoral también tenía ayer el virus de la gripe. Por eso le salió un estornudo, en vez de una reforma. Le salió como un ladrido de esos dos grandes perros a los que Ciudadanos convertiría en diputados.